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Columnistas | PUBLICADO EL 16 mayo 2015

Cuando le declaramos la guerra al pescado

PorPAUL GREENBERG Y BORIS WORMredaccion@elcolombiano.com.co

Hace ocho días, los humanos observamos el Día de la Victoria en Europa (Día VE), el final de una catástrofe global que le costó al planeta al menos 60 millones de vidas. Pero si fuéramos pescados, observaríamos la fecha de manera diferente, como el comienzo de una campaña violenta en contra de nuestras clases taxonómicas, una que resultó en trillones de casualidades.

Extrañamente, la guerra misma fue un período de gracia para muchas especies marinas. Así como los submarinos del Eje y de los Aliados y las minas convirtieron al transporte de material de guerra en una tarea altamente peligrosa, de manera similar interfirieron con la pesca. La habilidad de pescar comida marina básica como el bacalao cayó notablemente. Libres de la persecución humana, las especies sobreexplotadas se multiplicaron en abundancia.

Pero la Segunda Guerra Mundial también fue un salto para la inventiva humana, el poder y la habilidad técnica que llevó a un ataque sin precedentes contra nuestros océanos. Los barcos mismos no solo crecieron en tamaño, velocidad y números, sino que las tecnologías derivadas de la guerra que llevaban a bordo aumentaron exponencialmente su poder de pesca.

Tome el sonar. Antes de la década de los 30, la ecolocalización electrónica apenas era un concepto en funcionamiento. Permitía a los operadores rastrear las inexactas periferias de la topografía del suelo marino y toscamente monitorear el camino de un gran objeto en movimiento. Pero la guerra dio un empuje a dramáticos avances en la tecnología sonar; al final, aparatos sofisticados, desarrollados para cazar submarinos, se habían vuelto mucho más precisos, y ahora podían ser utilizados para el nuevo propósito de cazar peces.

Muy pronto bancos de peces podían ser ubicados con precisión y claramente diferenciados del fondo del mar. Junto con motores diésel de gran poder que habían sido desarrollados durante el conflicto global, el navío de pesca moderno se convirtió en un estilo de máquina de guerra con un arsenal nuevo: redes livianas a base de polímero, líneas de monofilamento que se podían extender por millas y congeladores a bordo capaces de guardar la presa del día por meses a la vez.

Incluso los recursos humanos desarrollados durante la guerra luego fueron redirigidos hacia la pesca: pilotos de combate japoneses adeptos en divisar submarinos aliados bajo la superficie luego fueron entrenados para buscar ballenas. Asimismo, más de unos cuantos expilotos aliados encontraron trabajo después de la guerra cazando atún azul y sábalo atlántico.

En algunas formas, la ‘máquina de guerra’ no era una metáfora. Por Asia del Sur, explosivos sobrantes fueron ‘reciclados’ para la pesca con explosivos, una manera obscenamente destructiva de matar peces costeros que convirtió a muchos arrecifes de coral en campos de escombros. Y la matanza tecnológica exagerada continuó en la era de la posguerra fría: imágenes satelitales y tecnología GPS cuya intención original era rastrear los movimientos del arsenal nuclear soviético eventualmente permitió que hábitats de peces bien poblados fueran identificados claramente desde el espacio.

Visto de manera colectiva, el auge de la tecnología de pesca de la posguerra significó que la caza global aumentara de unos 15 millones de toneladas métricas cuando finalizó la guerra a 85 millones de toneladas métricas hoy, el equivalente en peso a la población humana entera en el comienzo del siglo XX removidas del mar cada año.

Áreas marinas protegidas, una versión ambiental de una zona desmilitarizada, empezaron a surgir y ahora cubren un 3.5 por ciento del océano. Países una vez en guerra empezaron a trabajar juntos para ingeniarse nuevos tratados para la pesca, algo que ha sido ejemplificado por la reciente revisión de la Política de la Pesquería Común en Europa así como nuevos esfuerzos por parte de las Naciones Unidas para regular mejor la pesca en altamar, el 60 por ciento de los océanos fuera del control nacional.

Daños colaterales a tiburones, tortugas, ballenas y pájaros marinos se están haciendo cada vez más inaceptables. Y algunas de esas mismas tecnologías una vez usadas para matar peces con precisión ahora están siendo usadas para salvarlos: tecnología satelital inspirada por la guerra está siendo enviada para identificar y perseguir barcos solitarios pescando ilegalmente.

Es seguro que el asalto posguerra contra los peces principalmente surgió de la intención honorable de alimentar a la creciente población humana que aumentó en un mundo posguerra próspero. Pero como en la guerra, todos pierden cuando no queda nada por qué luchar. Solo cuando aceptemos esto completamente, y actuemos de acuerdo, nuestras celebraciones resonarán entre lo que el escritor Henry Beston llama aquellas “otras naciones atrapadas con nosotros en la red de la vida y el tiempo”.

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