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Columnistas | PUBLICADO EL 02 agosto 2021

¿Cuál es el arrepentimiento que más lo atormenta?

Por juan david escobar valenciaredaccion@elcolombiano.com.co

“Qué momento tan delicioso y dulce fue para mí, sin ningún arrepentimiento, cuando un par de labios encantadores me sonrieron con una sonrisa maravillosa, y los labios de color rosa se abrieron, revelando una hilera superior y otra inferior de dientes completamente blancos, pulcramente dispuestos; por encima [de la boca] danzaban dos brillantes ojos marrones, caprichosamente de un lado a otro, mirando agudamente a cada mirada, ligeramente desde arriba de una bien formada pequeña nariz. Yo, el hombre de pelo gris, caería presa de este descaro, y si ella me “amenazara” con un beso, ciertamente tomaría este riesgo sin temor a fallar, y lo guardaría para mí tranquilamente, no se lo contaría a nadie ni se lamentaría, lo conservaría completamente en secreto en mi corazón”.

Este es el fragmento menos “lujurioso” del poema “Wol mich an we der lieben stund” de Oswald von Wolkenstein que, por haberse escrito durante la Edad Media, probablemente solo podía ser leído y recitado en privado, o privado de la libertad por hereje libidinoso. Oswald tuvo una vida colorida a pesar de vivir en épocas del oscurantismo. Fue poeta y diplomático que pasó parte de su vida en intrigas políticas en Europa, peregrinaciones al Medio Oriente, norte de África y el Cáucaso, como en disputas por tierras y herencias familiares. Y aunque es feo hablar mal de los ausentes, al parecer fue bastante “inquieto o goloso con las damas” a pesar de ser más bien feíto, si su retrato fue fiel a su fisonomía, que lo muestra con su ojo derecho como “ausente”, aunque por lo picarón que fue, tal vez estaba haciéndole “cambio de luces” a alguna de sus criadas al momento de ser pintado.

Oswald parece no haberse arrepentido de nada o de muy poco en su vida, como lo demuestran sus canciones y poemas que le cantan tanto a Dios como a los burdeles, a su esposa Margarethe y su amante, o al menos la oficial, Anna Hausmann, que casi lo deja en la ruina, porque como sucede desde El Paraíso, los hombres no caen por la boca sino por la bragueta.

Seguramente nuestra vida se parece poco a la del travieso Oswald, y menos ahora que llevamos más de un año confinados en la casa, pero probablemente la mayor diferencia con él es nuestra lista de arrepentimientos. Dicen que es lo único que te acompaña hasta la tumba, e incluso después, como escribí hace tiempo en otra columna. Los peores arrepentimientos no suelen ser de lo que hicimos y nos sentimos avergonzados de ello, sino de lo que por cobardía o lo que sea, no nos atrevimos a hacer, decir o “proponer” por miedo al rechazo o a una cachetada.

Si desea exorcizar lo que más le atormenta, le sugiero que participe en la “Encuesta Mundial de Arrepentimiento” que ha organizado Daniel Pinker para escribir su nuevo libro sobre el tema. https://worldregretsurvey.iad1.qualtrics.com/jfe/form/SV_3CRcRbjb7pIenxr?Q_Language=ES. ¡Arrepiéntase pecadores!

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