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Criticar, palabra de origen griego, con un significado nobilísimo, que tengo por aprender. Se refiere al arte de juzgar de la verdad y bondad de las personas y las cosas. Miro con atención y sin prejuicios para ver la realidad como es, pues del modo como la veo, depende mi comportamiento. La honradez que veo en las personas con quienes vivo y trabajo, me inspira un comportamiento de confianza.
Criticar es una tarea maravillosa que reclama toda mi responsabilidad, pues en ella manifiesto mi grandeza humana. Tuve la oportunidad de procurar con mi crítica un gran placer, una gran alegría, a una persona amiga. Y creo que he gozado tanto o más que ella. La amistad, como el amor, hace que viva, al mismo tiempo que la propia, la vida de otros. La imaginación es muy poderosa cuando está animada por el sentimiento.
Criticar es un arte que me propongo cultivar con esmero. Reclama de parte mía, que soy el que critica, realismo y generosidad. El arte de ver en el otro su bondad y su belleza son ya para mí un ejercicio de magnanimidad. Me siento feliz de descubrir en él sus cualidades, y hacérselo saber. Veo aquí el estímulo más poderoso de dar gusto y sentido a la existencia.
Paso de la crítica a la autocrítica, el arte de criticarme. Viene de criticar, que es discernir, distinguir, ver con claridad quién soy, de dónde vengo, qué camino recorro y adónde me encamino. Con el avance vertiginoso de los medios de comunicación, que me mantienen con la atención dispersa en mil cosas, crece el peligro de perder de vista la autocrítica, en un anonimato desorientador.
Si me preguntan cuánto me amo, respondo que mucho sin vacilar. Y si me preguntan si soy un desperdicio, no vacilo en negarlo, desconociendo mi enorme potencial, por no dedicarme tiempo para conocerme y cultivarme. Mi educación da por supuesta mi interioridad, y así, valgo poco o nada. Por desconocerme y no cultivarme, vivo en la sobrehaz de los acontecimientos, las personas y las cosas.
Como la crítica, la autocrítica se refiere a los aspectos positivos y negativos de mi vida cotidiana. La humildad, que es andar en verdad, según Santa Teresa, me lleva a conocer mis cualidades para promoverlas y mis defectos para dominarlos. Gracias a la autocrítica, me conozco bien, y así sé cómo actuar.
La autocrítica es la tarea urgente del hombre actual, para saber quién es y cómo cultivar su relación de amor consigo mismo, con los demás, con el cosmos, y sobretodo con Dios.