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Entre 1972 y 1974 tuve el privilegio de conocer con él muchos municipios de Colombia y compartir su preocupación por brindar las mejores oportunidades a los campesinos; grupo social que siempre fue su gran debilidad social. Muy temprano comprendí que estábamos con un hombre bien comprometido con las causas de equidad en el país.
En los últimos 15 años en el CTA y Proantioquia compartí sus ideas sobre los grandes acuerdos que Antioquia y el país necesitaban para progresar con bienestar.
Siempre insistió en que apoyáramos los buenos gobiernos o sea que nos comprometiéramos con una clase política éticamente intachable.
Él generosamente me pidió representar al empresariado antioqueño en la Fundación Ideas para la Paz para seguir y recomendar sobre este tema, el que más lo obsesionaba, en un espíritu de sacar definitivamente al país de la guerra. En paralelo insistía en el fortalecimiento de la justicia, la educación y la salud, como pilares fundamentales de una paz sostenible.
Hizo de todo para que los colombianos fuéramos muy generosos con la resolución del conflicto, siendo él mismo el mejor ejemplo de apertura y de convivencia. Soñaba con un país democrático con oportunidades para todos.
Es una gran pérdida para el país. En estos momentos de la coyuntura política, nos hará mucha falta por su visión de Patria. El mejor homenaje que se le puede rendir es seguir trabajando hacia ambientes de reconciliación y respeto, donde quepan todas las ideas con contribución positiva y no de crítica negativa, que era una de las cosas que más lo descontrolaban. Siempre rechazaba las posiciones extremas y defendía la contribución de las ideas positivas, del aporte generoso para una sociedad mejor para todos.