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¿Cómo nos informamos?

He creído que existe cierta apatía hacia la política porque en gran parte el show mediático terminó por agotarnos a todos. Hoy son las redes las que proponen temas de debate y quien se hace viral pone a debatir a la gente.

Hubo un momento de la pandemia, en el que los periodistas salíamos al aire a hacer conteos de muertes y conteos de enfermos.

Todas las noches las autoridades locales enviaban un informe de los hospitales y quienes hablábamos detrás del micrófono, recitábamos las cifras como si estuviéramos dando un dato muy importante.

Se volvió costumbre en tan solo unos días: me levantaba, revisaba el informe, me sentaba frente al micrófono y decía: 8.567 personas en UCI, 659 personas fallecidas en la ciudad.

Lo decía como repitiendo algo de memoria.

El número de muertes era algo que se suponía que teníamos que decir, pero que a mí al menos no me hacía sentir nada bien.

Seis meses de mi embarazo fueron entre los picos más difíciles de la pandemia en 2020. Estuve tres meses en cuarentena viendo cómo crecía mi barriga y haciendo radio desde casa. Recitando cifras de muertos y sintiendo una enorme frustración cuando reflexionaba sobre mi profesión y me preguntaba si de verdad estaba informando.

Hubo un día, ya avanzado mi embarazo en el que un par de noticias me tumbaron a la cama. Sentí impotencia y sentí angustia, me culpé porque no podía hacer nada por cambiar las circunstancias. Me dolía muchísimo la cabeza, sentía punzadas en mi barriga.

“No debe ser nada fácil estar embarazado y levantarse todos los días a dar malas noticias”, me dijo una enfermera que me revisó cuando fui a hacerme un monitoreo.

¿Cuántos meses recité en voz alta una cifra de muertos cuando apenas estaba amaneciendo? ¿Qué estaba diciéndole a mi hija y a los oyentes? ¿Qué tipo de información estaba transmitiendo?

Tal vez en ese momento reconocí en mi profesión la incidencia tan negativa que tiene la noticia cuando llega así, a secas. Como un dato o como una cifra aleatoria, como si todo pasara allá, lejos.

Como si de nada hiciéramos parte.

He creído que existe cierta apatía hacia la política porque en gran parte el show mediático terminó por agotarnos a todos. Hoy es la música la que informa, son las redes las que proponen temas de debate y es quien se hace viral quien pone a debatir a la gente.

En el último año han sido muchos (y muy distintos) los amigos que me han dicho que no ven noticias para cuidar su salud mental y que viven mejor desde que decidieron no enterarse de casi nada.

Michelle Figueroa, una colombiana que reside en Estados Unidos, creó una página en Instagram que llamó @goodnewsmovement, que traduce: el movimiento de las buenas noticias. Hoy tiene más de 4,6 millones de seguidores.

¿Cómo recibir noticias que antes de llenarnos de angustia, nos inviten a movilizarnos?

Antes de que gane el cansancio y optemos por no saber, la responsabilidad nuestra es la de crear nuevas alternativas de informar, de entregar historias y noticias con un sentido que movilice y emocione, que no abrume, que no ciegue, que no nos siga llevando a la parálisis.