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Columnistas | PUBLICADO EL 10 junio 2019

CÓMO HABLAR PARA QUE NOS ESCUCHEN

Por ÁNGELA MARULANDAangelamarulanda20@gmail.com

Es fácil que los hijos nos escuchen cuando les estamos dando una buena noticia o cuando esperan una respuesta ante algo que nos han pedido. Pero lograr que los hijos presten atención a lo que les solicitamos, por lo general, no es fácil. El problema no es que “sean sordos”, sino que la manera en que los abordamos, da lugar a que los desanimemos en lugar de animarlos a cooperar. La forma en que les hablemos es definitiva para lograr que nos colaboren cuando les pedimos o indicamos algo.

A menudo los padres olvidamos que todos los aprendizajes en los niños son un proceso, no un suceso y que les toma cierto tiempo desarrollar las destrezas que los adultos dominamos y hacemos sin ningún esfuerzo. Urgidos por la falta de tiempo para todo lo que debemos hacer, los padres presionamos a los niños a que atiendan nuestras órdenes y actúen con la rapidez que necesitamos. El resultado es que los niños no nos colaboran como esperamos, por lo que comenzamos a agredirlos con reproches, gritos o amenazas que empeoran la situación y llevan a que ellos se resistan a colaborarnos.

Una forma efectiva de lograr que los hijos nos atiendan es hablarles con respeto y claridad. Así, cuando tengamos problemas para que nos respondan debemos hacerles saber, en forma amable y firme, lo que sentimos como consecuencia de su conducta y lo que esperamos de ellos. Hablar en forma eficaz a los hijos exige decirles las cosas de una manera que repruebe sus actos sin atacarlos, utilizando un tono de voz firme a la vez que amable. Los insultos, las súplicas y las críticas son siempre ataques que provocan ante todo enojo e indignación de parte de los hijos, por lo que se defienden contra atacándonos o actuando como si “fueran sordos”, que es una forma sutil de agresividad pasiva.

Con seguridad será más fácil lograr que los hijos nos atiendan si les demostramos que nosotros también somos capaces de hacer lo propio con ellos, es decir, hablarles con firmeza y respeto, sin recriminaciones ni amenazas. Es asi como podremos lograr que nuestros hijos nos escuchen respetuosamente y nuestras diferencias se concilien positivamente.

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