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Para Suiza el chocolate es más que un gran negocio. Es una religión y uno de los mejores indicadores de la buena o mala marcha de la economía. Si Europa es el mayor importador de cacao del mundo, Suiza es el mayor consumidor de chocolate. En apenas unos días, la Asociación Europea del Cacao (ECA) dará a conocer la información de la molienda correspondiente al segundo trimestre del año, tras un buen arranque del ejercicio. Los datos que se publiquen a mediados de mes serán un indicador de primer nivel para saber si estamos ya a las puertas de una recesión o aún hay salvación posible. Los miembros de la ECA representan el 66 % de las moliendas europeas de cacao en grano, el 50 % de la producción industrial de chocolate en Europa y el 40 % de la producción mundial de licor, manteca y polvo de cacao. Desde el segundo trimestre del pasado año, la ralentización del sector ya ha dado muestras de un posible riesgo, aunque en el arranque de 2022 aún hay señales positivas.
En 2020, las ventas mundiales de chocolate cayeron un 15 % y la producción suiza lo hizo un 10 %. La recuperación de 2021 en el país de las farmacéuticas y los bancos se cimentó en un incremento del 6,6 % de la demanda doméstica, según los datos de Chocosuisse, la patronal del sector. Aun así, las ventas siguieron por debajo de 2019 y también los ingresos, un 8,4 % por debajo de los de 2019.
En Alemania, el principal importador de chocolate suizo, a mucha distancia de Francia y Canadá, y uno de los mayores consumidores de chocolate del mundo, las ventas en tiendas de tabletas de chocolate por toneladas caen de forma recurrente cada vez que se asoma una crisis. En 2012, por poner un ejemplo, se hundieron un 7,3 % en los primeros cuatro meses de ese año, según la asociación alemana de productores de confitería (Bdsi).
El precio promedio de la tonelada de cacao según el índice Icco, que elabora la Organización Internacional del Cacao de acuerdo con los mercados de futuros del grano de cacao en Londres y Nueva York, estaba en 2.560 euros la tonelada justo antes de que estallara la pandemia. A las puertas de la invasión rusa de Ucrania, el mismo índice estimaba en 2.300 euros la tonelada. Hoy ese rango ha caído a 2.140 euros.
La desaceleración en la molienda refleja el empeoramiento de la situación económica por el impacto en la demanda de productos de autocomplacencia como el chocolate. Pasa como con el petróleo, pero con mayor certeza, incluso. El temor a una recesión ha llevado el precio del barril de petróleo Brent, de referencia en Europa, a los 100 dólares.
La menor llegada de granos de Costa de Marfil y Ghana, con el 60 % de la producción global, y la inflación, que ha provocado que los precios del chocolate manufacturado crezcan un 5 % en Europa y un 7,7 % en Estados Unidos —lo que hace las tabletas más caras que en los últimos años y en algunos casos, como ha reconocido el gigante Mondelez (Cadbury), reduce un 10 % el tamaño de las tabletas para mantener el precio—, dejan una caída de la demanda del 6,3 % en las últimas 13 semanas en EE. UU.
No hay nada que ofrezca un síntoma más claro de pujanza que la boca de un zagal relamiéndose el morro manchado de chocolate, ni un peor vaticinio que el de un puñado de críos frente a una pastelería sin poder hincarle el diente a un dulce. Ojalá podamos hincharnos a chocolate