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La Institución Educativa Municipal Montessori, ubicada en Pitalito (Huila), obtuvo un reconocimiento sin precedentes al ser reconocido como el mejor colegio del mundo, en la categoría de acción ambiental.
Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com
El 27 de octubre fue un día lamentable para nuestro país. Lo fue, cuando menos, por dos vías. Por un lado, el flagelo del secuestro volvió a ocupar los principales titulares de la prensa local e internacional, como consecuencia del rapto de los padres de Luis Díaz por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Por otro lado, se hizo evidente de nuevo la indiferencia de nuestra sociedad, y casi de la humanidad: ante un delito que increíblemente no se ha detenido, parece que es solo cuando este flagelo ataca a figuras icónicas que la atención se vuelve a concentrar en la necesidad de erradicar sin contemplaciones una práctica tan miserable como la de coartar la libertad de un ser humano, por cualquier motivo.
El sábado 4 de noviembre, por otro lado, fue un día especialmente emocionante: la Institución Educativa Municipal Montessori, ubicada en Pitalito (Huila), obtuvo un reconocimiento sin precedentes al ser reconocido como el mejor colegio del mundo, en la categoría de acción ambiental. Con el programa “CAFELAB Colombia”, una institución oficial logró, de manera excepcional, demostrarle a Colombia que sí es posible emplear nuestros esfuerzos en mejorar la educación y, por qué no, exponernos ante el mundo como referentes dignos de replicar.
El premio otorgado al Instituto es destacable por muchos aspectos, entre los cuales quiero destacar tres: (1) El espíritu innovador: pese al recurrente pesimismo en el que a veces vivimos inmersos, los miembros de la comunidad educativa del Montessori dan cuenta de que es posible poner la mirada por encima de los obstáculos para ofrecerle a los estudiantes la mejor experiencia de aprendizaje posible; (2) La pertinencia: El programa CAFELAB se enfoca en enseñar cómo reducir la contaminación en el proceso productivo del café, en una región cuya vocación principal es cafetera. Cómo nos hace de bien ver referentes de la manera en que los modelos educativos deben estar adecuadamente situados en un contexto, y conectados con sus realidades; y (3) El impacto ambiental y comunitario: contribuir al desarrollo sostenible tiene que ser una tarea de todos, que no admite dilaciones ni justificaciones. Por supuesto, la noticia de este reconocimiento no tuvo un despliegue tan siquiera asimilable a la noticia dolorosa del secuestro de Luis Manuel Díaz. Ratificando la solidaridad que todo el pueblo colombiano debe sentir por cualquier persona que viva una situación de dolor comparable, resulta muy desafortunado que estos hechos que han marcado nuestra historia opaquen en tal medida hechos, como el que nos regaló la comunidad educativa del IE Montessori, que deberían definir nuestro futuro.
Mientras termino de escribir esta columna, Colombia celebra junto a Luis Díaz y su familia un triunfo emocionante ante la Selección de Brasil. El impase doloroso, al menos para ellos, ha sido superado, y el ambiente de júbilo que se vive en El Metropolitano resulta, como siempre, contagioso. Sería deseable que, sumado a semejantes motivos de alegría en un país que tanto la necesita, hiciéramos tanto como esté a nuestro alcance por exaltar a todos los integrantes de la comunidad educativa galardonada, por demostrarnos que, aún contra viento y marea, en educación también se puede.