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La evidencia de que las cosas no están bien es tan grande que el negacionismo de gobierno no merece comentarios. Todo es desconcertante.
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
Domingo, un buen café y a leer en diferentes medios de comunicación lo que pasa en el país. Un hábito, una rutina.
Comienzo con los artículos periodísticos y de análisis sobre lo que ocurrió en la semana, reportajes llenos de fuentes, testimonios, antecedentes, contextos y cifras, entre otros. Eso, en sumatoria, se convierte en conocimiento necesario para entender por lo menos un poco a este complejo país.
Luego, con las columnas de opinión. Decía el maestro Javier Darío Restrepo, el gran faro de la ética periodística, que las columnas son espacios que “expresan las dudas para construir opiniones con las cuales se propone ir más allá de los hechos y de sus apariencias y poder así buscar caminos hacia la verdad”. Sabio.
Pero el domingo hubo algo que me llamó la atención. Por encima de la línea editorial de cada uno de los medios que normalmente consulto - unos cinco o seis -, vi un patrón en la oferta informativa. Cerca del 90% de lo consultado tenía una fuerte carga crítica a las acciones de gobierno y poca favorabilidad con su actuar.
Amplié el ejercicio, fui a consultar días anteriores. Sábado, lo mismo. Viernes, lo mismo...
Las notas periodísticas y de opinión bajo ese patrón común hablaban del poco tino del Gobierno, de su desconexión con la realidad del país y de la fuerte carga ideológica con la que sigue ahondando en la división social.
No solo eso, también de los escándalos de corrupción de personajes vinculados con el gobierno y de la incapacidad de reconocer el evidente rechazo a lo que están haciendo, manifestado con contundencia en las elecciones pasadas.
Más grave aún. Gran parte de la información estaba centrada en las críticas a la incomprensible Paz Total, rechazando las concesiones a los ilegales y la actitud pusilánime ante delitos como el secuestro y la extorsión, lo cual demuestra que el orden público se les salió de las manos y que regresamos a épocas de violencia que se creían ya superadas.
Por supuesto, había críticas a las alucinantes propuestas y reformas de gobierno y a las ya comunes ausencias del presidente y el supuesto espectro de adicciones que lo envuelven.
La lista sigue, pero no hay espacio para documentarla.
Sin embargo, seamos benevolentes con la lógica progresista por un instante. ¿Esto es resultado de la tirria que, según el gobierno, tienen los medios con ellos? Para Petro los medios de comunicación son enemigos, vehículos de la oligarquía, porque “...quieren que el pueblo le coja rabia al gobierno para devolverle el poder a quienes bombardean niños y fusilan miles de jóvenes inocentes”. La frase - poco asertiva - la tomé textualmente de la cuenta de X de Gustavo Petro para documentar su pensamiento.
Pero la evidencia de que las cosas no están bien es tan grande que el negacionismo de gobierno no merece comentarios. Todo esto es desconcertante y solo lleva a recordar un viejo adagio: no hay peor ciego que el que no quiere ver.