viernes
0 y 6
0 y 6
A principio de mes la Policía capturó a cuatro presuntos asaltantes que intentaban entrar a una vivienda en el barrio Normandía en Bogotá. Los cogieron con armas de fuego, silenciadores, documentos falsos, herramientas para abrir puertas, ventanas y zunchos de plástico para amarrar a personas. La fuerza pública aseguró que eran famosos por tener azotados a los barrios de Engativá.
Pan de cada día, nada raro.
Todo cambió con la reseña fotográfica de los asaltantes. El primer sujeto hizo labios de “pupuchurro”. El segundo, bizcos como los de Lucho Navarro en el Festival Internacional del Humor; el tercero se dio a la tarea de salir con una risita tierna sumada a una manito con pulgar arriba como si fuera niño inocente que va a un paseo, y para rematar el cuarto de ellos puso cara de haberse chupado el limón más ácido que haya dado la tierra. Cuatro foto-chistes llenas de muecas.
Las burlas fueron un vaticinio de lo que venía: salir libres. No pasaron muchas horas para que un juez dejara a tres de ellos en libertad. Eso sí, el cuarto personaje quedó detenido. Tenía una sentencia condenatoria activa. Una efectividad del 25 %. Anote en los indicadores de gestión.
¿Qué pasó? Que la imputación de cargos no estuvo bien, que el fiscal no argumentó flagrancia, concierto para delinquir, porte ilegal de armas, en fin, lo que sea. Un enredo, y como consecuencia, pues que se vayan. Ah, y para ajustar, al juez le dio mal genio porque las fotos terminaron en la opinión pública y compulsó copias con carácter disciplinario a los policías que atendieron el caso.
En medio de este chiste lo que hay es un sistema judicial desequilibrado en favor de los pillos y no de las víctimas. Eso tiene consecuencias nefastas. ¿Cuáles? Por ejemplo, que las personas no denuncien y que pillos como estos tengan motivos para burlarse de la Policía, la Fiscalía, los jueces, porque saben que no los van a castigar.
Así es como se pierde el respeto a la justicia.
Según Excelencia por la Justicia, solo el 28 % de las víctimas de delitos denuncia. El resto no lo hace para no llevarse una frustración. Creen que es un proceso engorroso, lento y hasta peligroso, que los deja al garete de la incertidumbre y de la lentitud judicial.
La cosa se vuelve, entonces, estructural. Le dejamos el espacio abierto a la delincuencia. Desde apartamenteros chistocitos y ladronzuelos de celulares, que intimidan al ciudadano de a pie, hasta prohombres expertos en desfalcos del erario con filigrana milimétrica, dejando una marcada estela de corrupción a su paso.
Estas burlas fueron indignantes, es como estar a un paso de que los pillos terminen grabando videos de Tik Tok para divertirse mientras esperan que los liberen. Esas son las cosas que pasan en nuestro país, cuando dejamos que el chiste supere lo que merece seriedad.
PS. Esta columna sale a descansar. Regresará el próximo 26 de enero.