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Entramos al último año del mandato presidencial de Iván Duque y con ello llega el momento de mirar más hacia adelante que hacia atrás, de jugárnosla por cambios esenciales hacia una nueva forma de hacer política para construir un mejor país. Es la ocasión propicia y necesaria de cambiar el retrovisor por el panorámico y convertir los discursos de intolerancia y venganza en propósitos de solidaridad y esperanza. El proceso preelectoral que ya inicia es la oportunidad de mirar al futuro con optimismo y transformar la manía de acumular problemas en fuerza creadora, capaz de resolverlos.
Decía José Martí en uno de sus múltiples escritos: “El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro. En este cambio, los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se oscurecen; se mezclan la justicia y la venganza; se exageran la acción y la reacción; hasta que luego, por la soberana potencia de la razón que a todas las demás domina [...] acrisólanse los confundidos elementos, disípanse las nubes del combate, y van asentándose en sus cauces las fuerzas originales del estado nuevo [...]”. Hagámonos el propósito de contribuir a que ese estado nuevo sea ya posible en Colombia. Para ello la complementariedad y la corresponsabilidad deben superar a la competitividad.
En poco más de siete meses estaremos en las urnas votando por el nuevo órgano legislativo y en menos de diez meses será la primera vuelta para elegir presidente, por lo que es bueno que desde ya empecemos a pensar con seriedad sobre cómo vamos a cumplir este importante deber ciudadano y sobre los efectos de nuestra decisión. Entendamos que construir un futuro de progreso o de continuismo y lamentaciones es nuestra responsabilidad.
En 1992, en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el demócrata Bill Clinton pudo ganarle sorpresivamente al presidente en ejercicio George Bush porque entendió la importancia de la economía en momentos difíciles y porque tuvo claro que es función prioritaria del Estado el bienestar de la gente. La situación actual nuestra muestra algunas similitudes con lo ocurrido en los Estados Unidos en esa época. En ese momento la crisis de la Unión Soviética causó una recesión económica que llevó a la campaña de Clinton a acuñar la frase: “Es la economía, estúpido”. La pandemia, la inconformidad social y varios indicadores nos muestran que es también la economía la que definirá nuestro futuro inmediato.
Pensemos, entonces, en cómo nos unimos para solucionar nuestros problemas y no en cómo tomamos revancha del contrario.
Para la muestra, un botón. Mientras Colombia ocupa la posición 28 en cuanto a población a nivel mundial, su economía (PIB) está en el puesto 43, de lo cual se puede deducir su preocupante nivel comparativo de pobreza y lo mucho que hay por hacer al respecto. Si a esto agregamos que nuestro índice de desigualdad Gini es de 0.517, tenemos que somos la segunda sociedad más desigual de Latinoamérica (superada solo por Haití) y la séptima del mundo.
El enfoque económico es indispensable para resolver exitosamente temas prioritarios e interdependientes en los cuales hoy somos débiles, como la política exterior, las drogas y la seguridad pública. No es tarea fácil, pero sí posible. Requerimos un liderazgo político ético y educado, capaz de guiar una urgente salida de la irracionalidad que nos corroe y propiciar un futuro más digno y amable