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La caótica situación sanitaria en Brasil amenaza con lastrar a toda Latinoamérica. El pésimo manejo que Jair Bolsonaro le ha dado a la pandemia, que incluye subestimaciones del virus y ataques a las vacunas, tiene no solo colapsado al sistema de salud de su país, sino aterrorizado al vecindario por las variantes que son más transmisibles e incluso podrían evitar la inmunización ya lograda.
Los números de contagios y de muertes por covid-19 en el gigante regional alcanzaron picos alarmantes y los médicos de primera línea insisten en que, con los hospitales saturados de pacientes y sin un liderazgo claro desde el gobierno federal, los días que vienen solo pueden ser peores. La semana pasada se registraron días de más de dos mil fallecimientos por coronavirus mientras el distanciamiento social es inexistente y el uso de tapabocas es visto como una debilidad. La economía, insisten en Brasilia, es lo más importante. Frente a la “gripita” -para usar las palabras del presidente- cada uno verá cómo la trata.
La llegada de Bolsonaro al poder, en 2019, generó inquietud. Su abierto racismo, su xenofobia, su machismo y su desprecio por la ley, lo convirtieron en un figurín extraño de la política mundial. Un payaso que sería objeto de crítica fácil. Pero cuando los bufones toman las riendas la risa pasa rápidamente a convertirse en llanto. Y para desgracia del hemisferio, Bolsonaro gobernó justo en épocas de pandemia. Su desorientación y alejamiento de la ciencia tendrá consecuencias no solo para los desafortunados brasileños sino para el hemisferio entero.
Él, por su parte, sigue evadido de la realidad. Convencido de que todo hace parte de un complot político, de exageraciones de izquierda. Ante las críticas responde con ataques y ante las súplicas, hace oídos sordos. Y miente. Descaradamente. Asegura, sin sonrojarse, que Brasil es el país que más vacuna en el mundo, que son ejemplo en el manejo de la crisis sanitaria y que la OMS no recomienda el aislamiento social. Que salgan a la calle los que tengan que salir.
“¡Dejen de lloriquear!”, les gritó a los brasileños luego de escuchar los pedidos de un mayor control de la pandemia. Porque para él, este es un asunto de fuertes contra débiles. “Todos vamos a morir algún día”, había advertido en noviembre. Entonces para qué alarmarnos