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El tema amerita atención -¿otro Canal de Panamá?- en la medida en que el control de puertos es una variable determinante de las cadenas de distribución globales.
Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com
China fue el cuarto socio comercial de España en 2024. Sus intercambios, sin embargo, no pueden ser más desiguales. España exporta a China algo más del 1% del total de sus ventas externas mientras que China es el origen de la décima parte de los productos que España compra por fuera de sus fronteras. Solo Alemania le provee a los españoles más bienes que el gran coloso de Asia.
El déficit comercial español dentro de la relación es una constante histórica que se ha agravado desde la pandemia. En los últimos 5 años, las exportaciones de España a China han aumentado a razón de 0,9% anual, alcanzando apenas a 8.450 millones de dólares en 2023. Así pues, un relanzamiento de los intercambios comerciales no es, desde luego, la razón del viaje que lleva a Pedro Sánchez a China esta semana. En otro campo, el débil interés de los inversionistas chinos en los negocios en España luce hasta ahora también inamovible.
Otras circunstancias que han venido interviniendo recientemente configuran, ellas sí, un escenario dentro del cual les conviene a Pekín y a Madrid lubricar los precarios lazos que los unen. Esta suerte de novedosa cooperación que China y España se esfuerzan en mantener y alimentar se inscribe más en el terreno de lo político o de lo estratégico.
Ya quisiera Sánchez, dentro del débil momento que su gobierno confronta, poder convertirse en un referente europeo suficientemente fuerte como para estar a la cabeza de la Unión de las relaciones con China: le daría mucho oxígeno en el terreno interno. Lejos de allí, son otros países dentro de la Unión Europea, con mayor sintonía política, los llamados a llevar esa batuta en la crucial hora que atraviesa la globalidad.
No nos equivoquemos: no es únicamente la España de Sánchez la que aspira a consolidar mejores lazos con la segunda potencia mundial. El interés de Pekín no deriva de lo comercial, va por otro lado. Mantener y superar sus 50.000 millones de dólares de exportaciones a España del 2024 es importante, pero lo es más el significativo proyecto que Pekín viene desarrollando en Canarias como “campamento base” de sus políticas de acercamiento con África y de su presencia atlántica. Con el beneplácito español, China viene estructurando una plataforma logística capaz de actuar en el terreno comercial global, en el militar, en el pesquero y en el financiero, tanto de cara a Europa como de África Occidental donde la presencia china es ya sustantiva.
El tema amerita atención -¿otro Canal de Panamá?- en la medida en que el control de puertos es una variable determinante de las cadenas de distribución globales. Este enclave se convertiría en un sitio vital de observación y de acceso al mercado europeo, o de trasbordo de mercancías, en el caso de perturbación de las rutas marítimas convencionales.
Canarias, sin ser un eje central de la estrategia China, ofrece además oportunidades fiscales dentro de la Unión Europea, lo que la transforma en un polo de atracción de inversiones en sectores como almacenamiento y distribución de productos para atender los mercados europeos y acceder a los africanos y latinoamericanos. En comparación con muchos puertos africanos, los de Canarias ofrecen mejor conectividad y seguridad para el comercio y el tránsito de mercancías chinas.
La agenda bilateral de China y España contiene, pues, elementos portuarios y navieros, de observación y defensa, de desarrollo pesquero, de tecnología, de geo estabilidad y políticos que son menos visibles que lo comercial, pero no menos trascendentes.
Alli podría estar el meollo del viaje.