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Más de 100.000 personas participamos en esta edición, convirtiéndose en la COP de mayor asistencia en sus 28 años de historia.
Por Diego Mesa Puyo* - d.mesapuyo@columbia.edu
Esta semana culminó en Dubái la 28ª Conferencia de las Partes (COP), la reunión global sobre cambio climático que anualmente organiza la ONU y en donde los países buscan llegar a consensos para enfrentar el calentamiento global y sus efectos sobre el planeta. Más de 100.000 personas participamos en esta edición, incluyendo representantes de 200 delegaciones oficiales, organismos multilaterales, sector privado, academia y sociedad civil, convirtiéndose en la COP de mayor asistencia en sus 28 años de historia. Una de las razones que hacía especial esta reunión, era que por primera vez se realizaría el ejercicio de balance global o global stocktake para evaluar la respuesta mundial al cambio climático desde la firma del Acuerdo de París en 2015, ejercicio que ahora debe repetirse cada 5 años.
En cuanto a resultados, la COP28 arroja un balance mixto, con logros destacables en transición energética y financiamiento para los países más vulnerables o con mayor afectación por el calentamiento global, pero con grandes rezagos en ambición e implementación de políticas climáticas para alcanzar el principal objetivo del Acuerdo de París: limitar el calentamiento global a niveles muy por debajo de 2 grados centígrados, preferiblemente no más de 1,5 grados, con respecto a los niveles preindustriales.
Una de las decisiones más notables de la COP28 fue incluir en el texto del acuerdo final una exhortación a todos los países signatarios a “transitar fuera de los combustibles fósiles en el sistema energético, de manera justa, ordenada y equitativa”. Esta frase es relevante porque hace explícita, por primera vez, la necesidad de descarbonizar los sistemas energéticos mundiales, pero reconoce que la transición debe ser ordenada para no ocasionar una mayor inequidad o poner el peso de la carga sobre los países y las comunidades más vulnerables. Otro punto destacable fue el anuncio de los Emiratos Árabes Unidos de invertir 30 mil millones de dólares en proyectos de energías limpias en mercados emergentes, complementando con acciones tangibles el acuerdo de triplicar la capacidad instalada global de energías renovables para 2030. Finalmente, se resalta el lanzamiento del fondo de pérdidas y daños (loss and damage fund), con una inversión inicial de 700 millones de dólares, como respuesta concreta a las consecuencias del cambio climático en los países más pobres.
Sin embargo, el primer ejercicio de balance global reveló una verdad incómoda: los compromisos globales de reducción de emisiones y los esfuerzos reales están muy por debajo de lo requerido para cumplir con el Acuerdo de París. En otras palabras, existe brecha significativa tanto en ambición como en implementación de políticas climáticas a nivel global. A pesar de los esfuerzos en materia de adaptación, la escala y los recursos necesarios para proteger a los más vulnerables aún están muy por debajo de lo necesario, al tiempo que los flujos financieros y tecnológicos hacia las economías emergentes siguen siendo insuficientes, menguando así su capacidad para combatir el calentamiento global.
En conclusión, la COP28 representó un avance en la lucha contra el cambio climático, dado el renovado enfoque en mayores inversiones climáticas y la descarbonización del sector energético. Sin embargo, la verdadera prueba será la capacidad efectiva de los países y el sector privado para tomar acciones concretas que les permitan cumplir con los compromisos adquiridos.
*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York.