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Columnistas | PUBLICADO EL 15 julio 2019

Arma de Papel

Por manuela zárate@manuelazarate

Fundar un imperio requiere estrategia militar. Mantenerlo más allá de los obstáculos de tiempo y territorio necesita un arma más poderosa. Un arma más fuerte que el acero. Indestructible ante la pólvora: el papel. Un ejemplo es el Gran Imperio islámico otomano, cuyo crecimiento comenzó alrededor de 1350 y tuvo un momento cumbre en el año 1453 con la conquista de Constantinopla. En su apogeo, este imperio multiétnico abarcó tres continentes, desde Argel hasta el Caspio y de Budapest hasta La Meca.

Mientras el imperio otomano se expandía, alrededor del mundo otros imperios también crecían. Imperios como el Inca de América del Sur, los Ming en China o los timúridas de Asia, con líderes magníficos como Tamerlán. La diferencia con los otomanos es que con el paso del tiempo los otros decayeron y sólo dos lograron mantenerse. Uno de ellos el otomán, y no fue sólo por los logros militares, sino porque consolidó una estructura armada en papel.

El papel es lo que ayuda a sostener lo que hoy llamamos burocracia. Este concepto, aunque tiene connotaciones negativas, es importante porque se refiere a la idea de una estructura de Estado, unida a través de palabras y símbolos que dan pertenencia y unifican a todos los que forman parte de ella sean funcionarios o ciudadanos.

Cuando el líder otomano Solimán tomó el poder en 1520 su imperio pasaba de potencia militar a potencia administrativa. Solimán en su ingenio, supo entender que para mantener el poder tendría que perfeccionar la estructura de un aparato de gobierno, y pensó para ellos una estrategia armada con papel. De allí que para los turcos este gran sultán se conoce como Solimán el Legislador, a diferencia de su nombre occidental, Solimán el magnífico.

Solimán desarrolló un nuevo sistema jurídico para su imperio. Esto le ayudó a transferir autoridad a funcionarios que lo representaban en distintas zonas del imperio, pero ¿cómo hacerlo sin renunciar al poder? Lo hizo a través de un emblema conocido como el tugra. El tugra era un emblema que servía de autorización real. Donde estaba la tugra estaba Solimán. Este emblema encabezaba los documentos oficiales, las cartas, las instrucciones diplomáticas y todo tipo de documentos. Pero además del emblema estaba la palabra. Una frase que comenzaba: “Este es el signo noble y elevado del Sultán...”.

El tugra era un delicado trabajo de arte y caligrafía. Para los otomanos el arte de la escritura era de suma importancia y los calígrafos tenían un papel importantísimos dentro de la estructura social. Pero el arte de la caligrafía no sólo era belleza y talento, la dificultad para reproducirla era también una medida de seguridad, no cualquiera podía alterar un documento real, introducir palabras o modificarlas.

Los imperios, las civilizaciones y por supuesto las democracias de hoy no son sostenibles sin las ideas. Es que por más que pase el tiempo y por más que avance la tecnología, pluma y papel siguen siendo el invento más poderoso del ser humano .

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