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A mediados del año 2001 me desempeñaba como gerente de la Asociación Sí Colombia y de la campaña de Noemí Sanín en Antioquia a la presidencia. Un día cualquiera, recibí una llamada del periódico El Mundo, Aníbal Gaviria quería entrevistar a la candidata. Ese día inició mi relación con Aníbal. Son casi 20 años, en los que he podido conocer de cerca a este gran hombre. Padre, esposo, buena parte de su vida dedicado al servicio público con pasión, mística, entrega, pero sobre todo con un gran propósito movilizador de la sociedad, la vida y la equidad.
Siempre lleva en su pecho el pin que le recuerda a Gilberto Echeverry y a su hermano Guillermo, este último, quien desde su cautiverio labró un hermoso bastón en madera que siempre ha estado en su oficina, como un símbolo que le recuerda la horrenda travesía de sufrimiento que vivió Guillermo en su defensa de la no violencia. Fue durante el cautiverio, cuando Guillermo Gaviria escribió una carta a su familia indicando que en caso de algo sucederle, Aníbal debería seguir enarbolando sus banderas. Tema que asumió con gran pasión y supo llevar y encarnar en el respeto a la vida y la equidad.
Hablar de nuestro gobernador inspira. Es un líder que promueve y persigue propósitos superiores. Su sencillez, carisma y lealtad es reconocida por muchos, pero su entrega por la vida como propósito superior, es definitivamente su verdadera causa. Fui testigo, en la Gobernación de Antioquia, como secretario de Productividad y Competitividad, de las largas horas que le dedicaba al análisis y diseño de estrategias para disminuir los homicidios en Antioquia. Propósito que lo desveló también en Medellín, como alcalde.
Aníbal contó con la fortuna de estar muchos años al lado de su padre, Don Guillermo Gaviria Echeverry, hombre probo, visionario de grandes obras para Antioquia, empresario reconocido, político y pluma clara. Que desde los editoriales del periódico buscó, en todo momento, orientar decisiones estratégicas del orden local y nacional. Semejante ser humano fue la guía moral e intelectual de Aníbal, bajo su legado se formó como el gran líder de entrega a los demás que es hoy.
El viernes pasado llegó, sorprendió al departamento y al país la noticia de la captura de nuestro gobernador. La orden, catalogada por muchos como extrema, para otros no es más que el resultado de una persecución política que busca ponerle zancadilla a una carrera política llena de logros y de triunfos. Muchas pueden ser las conjeturas, pero para quienes conocemos a Aníbal, está claro que es un hombre honesto, respetuoso de la legalidad y con una honorabilidad a toda prueba. No recuerdo en la historia reciente, haber presenciado tantos y tan variados gestos de apoyo hacia una persona. Todos los sectores sociales y políticos lanzaron su voz de alerta ante lo que consideraban un desmán de la justicia. Ver las redes, pronunciamientos, cartas a la opinión de las instituciones universitarias más reconocidas, los gremios unidos en una sola voz, las cajas de compensación solidarizadas, los líderes políticos más representativos de diferentes partidos, son seguramente las pruebas irrefutables no solamente del respeto y cariño a nuestro gobernador sino la voz de apoyo a un hombre decente.
Es el momento de defender no solo causas loables, sino también la gente decente y honorable. Como antioqueño estoy de frente defendiendo a Antioquia y por supuesto a Aníbal Gaviria, mi amigo, y nuestro gobernador.