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Columnistas | PUBLICADO EL 22 octubre 2021

Ángela Restrepo, una ciudadana ejemplar del mundo

Por Agostinho J. Almeida@Agos_Almeida

La Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB) es un centro de investigación fundado en 1970 y ha sido reconocida por su capacidad en investigación y desarrollo (I+D), servicios de salud y desarrollo de talento. Se construyó sobre la columna vertebral de un liderazgo intrépido que logró reunir a instituciones privadas, públicas y académicas para creer que la generación y aplicación de conocimiento debe estar en el centro del bien común. Por su trayectoria, necesitaríamos de varias columnas para escribir sobre la CIB. Pero habiendo trabajado allí desde 2003 en diferentes roles, me gustaría centrarme en tres mensajes.

Primero, el desarrollo de talento. La CIB ha tenido la reputación de entrenar a profesionales con un altísimo nivel integrando la disciplina, el conocimiento y el proceso científico con el desarrollo de un espíritu inquisitivo, recursivo y resiliente. Hay generaciones de médicos, bacteriólogos e investigadores que fueron formados en la CIB y que son líderes en su campo.

Segundo, ciencia, tecnología e innovación. La CIB ha estado a la vanguardia de la investigación científica; pero yo resaltaría que parte de su éxito ha estado particularmente vinculado a la innovación: desde su origen hasta los primeros servicios de diagnóstico, la CIB se desarrolló apalancada en la transferencia de conocimiento y tecnología para crear y capturar valor para la sociedad. Es cierto que en las últimas décadas esta capacidad ha venido perdiéndose y ha sido complejo reactivar ese ADN innovador.

Tercero, no es posible hablar de la CIB sin mencionar a Ángela Restrepo (cariñosamente conocida como la Doctora). Cofundadora de la CIB, la Doctora ha tocado numerosas almas y formado a generaciones de profesionales, publicando varias centenas de artículos y capítulos de libros y siendo durante décadas el corazón y líder de esa organización. Recordemos que esta historia empezó en los años setenta; formarse como científica de alto nivel y co-crear una organización de I+D y de prestación de servicios de salud de reputación mundial no es para cualquiera. En fin, todas las palabras que podría utilizar quedarían cortas y, como dice Gabo, “hay que vivir para contarla”: la experiencia de ser enseñado y liderado por la Doctora es, sin duda, única e invaluable. Dicen que las organizaciones no deben depender de las personas, pero la Doctora es una institución en sí misma.

Esta semana, la CIB recibió un premio más: Colombiano Ejemplar en la categoría Ciencia y Tecnología. Un premio justo y merecido por la trayectoria de más de cincuenta años. Sin embargo, y tal como muchas otras instituciones, la CIB ha enfrentado retos de financiación y definición y desarrollo de su propósito estratégico desde hace varios años. Además, hay que reconocerlo, desde la salida de la Doctora ha estado huérfana de un liderazgo inspirador y transformacional y que haga que las cosas pasen. Esperemos que los líderes actuales de la
organización logaren lo mismo que la Doctora y los demás
fundadores: una rampa de otros cincuenta años de generación de valor e impacto para la sociedad. Pero no a cualquier precio; porque, como alguna vez escuché a la Doctora, “la diferencia entre el conocimiento y la
ignorancia se paga muchas
veces en valentía” 

Agostinho J. Almeida

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