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Columnistas | PUBLICADO EL 27 julio 2021

Alemania está en shock, y sus políticos con piloto automático

Por Anna Sauerbrey

Berlín.– Alemania, a diferencia de Estados Unidos, no tiene una historia de desastres naturales. Bendecida con un clima moderado y geografía afortunada, el país sabe poco de huracanes, terremotos fuertes o lluvias torrenciales.

Eso cambió hace dos semanas: inundaciones, después de lluvias excepcionalmente fuertes, devastaron partes del país. Pueblos, carreteras, puentes y cables eléctricos fueron destrozados. Al menos 170 personas están muertas, y muchas siguen desaparecidas. Cientos de heridos e incontables viviendas perdidas.

El país está en shock. Imágenes de personas esperando en techos a que llegue ayuda, carros lanzados como juguetes por el agua y casas enteras vueltas escombros están clavadas en nuestras mentes. Casi 20 años después de nuestra última gran inundación, la conclusión es inescapable: el cambio climático está aquí, ahora, y duele.

Pero no lo sabría a juzgar por la política del país. Apenas dos meses antes de las trascendentales elecciones de septiembre, que decidirán quién reemplaza a la canciller Angela Merkel después de 16 años en el poder, la catástrofe hasta ahora ha hecho muy poco para sacudir la contienda. En lugar de elevar el tono de la política a un nuevo nivel de urgencia, ha demostrado la aversión de los partidos al riesgo. Para el Partido Verde en particular, que esperaba convertirse en el partido más grande del país, es una gran oportunidad perdida.

No es que los partidos principales ignoren el cambio climático; de hecho, ofrecen mucha retórica grandiosa. La plataforma del Partido Socialdemócrata dice que luchar contra el cambio climático es nada menos que “la misión de la humanidad”. Los Verdes lo llaman “el asunto existencial de nuestro tiempo”. El liberal Partido Demócrata Libre promueve “más audacia alemana para la protección del clima y el desarrollo sostenible”. E incluso la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, tradicionalmente vacilante sobre el tema, promete descarbonizar la economía.

Pero en la práctica, la campaña se ha centrado en candidatos individuales a canciller, no en las visiones de los partidos sobre el futuro de Alemania. Armin Laschet, quien emergió como el candidato de los demócratas cristianos después de una contundente lucha por el poder dentro del partido, no ha logrado escapar a la percepción, creada por algunas presentaciones angustiadas durante el apogeo de la pandemia, de que no está hecho para el liderazgo nacional.

El carácter de Annalena Baerbock, la candidata del Partido Verde, ha sido objeto de escrutinio aún mayor. No solo no informó completamente sobre varios pagos que había recibido de su partido, sino que también se descubrió que su hoja de vida contiene inexactitudes y fue acusada de plagiar partes de un libro que publicó en junio. En medio de la espuma, las urgentes cuestiones de política se desvanecieron.

Las inundaciones podrían haber cambiado las cosas, y el debate se centró, brevemente, en el cambio climático. Pero estaba lejos de ser sustancial. El Sr. Laschet, por ejemplo, reconoció que las inundaciones pueden estar relacionadas con el cambio climático, solo para agregar unas horas más tarde que “solo porque es un día como este, uno no cambia sus políticas”. Olaf Scholz, el candidato socialdemócrata, se mantuvo fiel a su papel de ministro de Finanzas, asegurando a las personas que habían perdido su sustento que no serían abandonadas.

Eso es deprimente, de cierta forma. Pero no es muy sorprendente.

Por un lado, los principales partidos del país se han acercado unos a otros en materia de políticas desde la última campaña, en 2017. Están de acuerdo en tantas cosas ahora (modernizar el Estado, gestionar la migración, fortalecer la Unión Europea) que las líneas divisorias entre ellos se vuelven cada vez menos visibles. Por ejemplo, todas las partes, excepto la Alternativa de extrema derecha para Alemania, están de acuerdo en que la economía de Alemania debería ser neutra en carbono para 2050 a más tardar. Claro, hay diferencias en cuanto a cómo, pero los métodos son demasiado complicados para hacer campaña.

Aunque la mayoría de los alemanes están preocupados por el cambio climático, dudan en hacer mucho al respecto. Solo el 59 por ciento dice que está listo para “cambiar sus hábitos y su forma de vida”. Parece haber poco clamor por soluciones audaces

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