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Estas reflexiones conducen a señalar que la situación en el caso venezolano, no es un tema mecánico o instrumental de un proceso electoral, sino de un régimen político que controla todos los poderes del Estado, incluidas las fuerzas armadas.
Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Tradicionalmente se ha considerado que el régimen político democrático –conocido como la democracia liberal- que fue en buena medida una creación de la Constitución de Filadelfia en Estados Unidos y con vigencia en Europa occidental y América Latina, se caracteriza por la tridivisión de poderes, la realización periódica de elecciones, la posibilidad de existencia de diversidad de partidos políticos.
En los llamados ‘socialismos reales’ que tuvieron transitoria vigencia en Europa oriental y otros espacios, hasta su colapso a finales de los años 90s del siglo anterior, se configuraron unos regímenes políticos con algunos rasgos que asemejaban a los regímenes democráticos –se autodenominaban ‘democracias populares’-, pero más en lo formal que en lo real, pues allí había una ‘ideología de Estado’ inspirada en el marxismo, que buscaba controlarlo todo y que desvirtuaba la esencia del régimen democrático.
Pero, a lo señalado hay que adicionar otros elementos, fundamentales en los regímenes políticos democráticos: unas fuerzas armadas profesionales con autonomía política de los gobiernos de turno –su referente fundamental es la Constitución y las Leyes; no pueden existir fuerzas armadas politizadas-, el respeto constitucional a los Derechos Humanos y un Estado encargado de garantizarlos, una alternancia real en el ejercicio del gobierno, el respeto a las minorías y a su posibilidad de desempeñarse con libertad y autonomía en los espacios de representación como cuerpos legislativos, la existencia y garantías de libertad de prensa y claro la inexistencia de delitos de opinión, garantías de autonomía de las diversas ramas del poder público –que se configuran y funcionan de acuerdo a sus propios reglamentos- y un respeto real a la pluralidad política.
Inicialmente hubo unos regímenes que parecían ser democráticos, como el caso mexicano, derivado de la revolución agrarista de 1910-17, con la hegemonía del PRI (Partido Revolucionario Institucional), que le permitió mantenerse en el gobierno por cerca de siete décadas, hasta que fue presionado interna y externamente a una ‘transición votada’ como la denominó un colega mexicano. Algo similar, al parecer, fue lo que se configuró en Venezuela con la Constitución de 1999 y sus sucesivas reformas, con el denominado ‘Socialismo del Siglo XXI’ –donde la ideología del chavismo parece jugar ese rol de discurso hegemónico- y se mantiene en otros casos de la región y de otras regiones del planeta.
Estas reflexiones conducen a señalar que la situación en el caso venezolano, no es un tema mecánico o instrumental de un proceso electoral, sino de un régimen político, acorde con su configuración, que controla todos los poderes del Estado, incluidas las fuerzas armadas, o por lo menos ha pretendido hacerlo. Es verdad, como lo ha planteado el Presidente Petro que cualquier cambio debería ser producto de los propios venezolanos. Pero también es cierto y nos lo enseña la historia y teoría de las transiciones políticas, que en muchos de estos casos, además de los actores políticos y socio empresariales internos, ha jugado un rol importante la comunidad internacional, como lo vimos en el plebiscito en Chile que forzó el retiro de Augusto Pinochet o la serie de reformas electorales en México en los años 90s que llevaron a que el PRI perdiera su hegemonía política.