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Por Pamela Ritcher - opinion@elcolombino.com.co
El fin de semana pasado terminé de leer El código de la vida de Walter Isaacson. Cuando cerré el libro, después de leer la última página, transitó en mí una sensación hermosa, la de haber tenido una conversación íntima con la ciencia. Con sus dilemas, sus obsesiones, sus héroes invisibles y sobre todo quedé impresionada por la mujer que tiene el papel principal en la historia: Jennifer Doudna.
Este libro, es mucho más que la biografía de una científica brillante. Es la historia de cómo una mujer guiada desde muy joven por una intriga y curiosidad de la biología estudia, sobresale, compite, enfrenta sus miedos y cruza los límites de su propia disciplina, y junto con su equipo, descubre una de las herramientas más poderosas de nuestro siglo: CRISPR, una tijera genética que permite a los humanos editar el ADN de cualquier organismo con una precisión sin precedentes.
Para dar un contexto en términos simples, Jennifer Doudna ayudó a convertir lo que antes era ciencia ficción en una realidad, la posibilidad de editar los genes para curar enfermedades, modificar cultivos o incluso, y esto es lo que más la termina atormentando, rediseñar al ser humano. Por este descubrimiento, recibió el Premio Nobel en 2020 junto con otra mujer asombrosa: Emmanuelle Charpentier.
Obvio, su inteligencia, recursividad y disciplina me maravilló, pero más allá de su brillantez, me conmovió su humanidad y me marcó su frase preferida: ¿para qué sirve el conocimiento si no es para mejorar la vida de todos?
Y justo desde esa pregunta quiero aterrizar mi mente en mi ciudad, Medellín, y hacer dos conexiones y una reflexión con respecto al ecosistema de emprendimiento e innovación que está germinando aquí.
La conexión #1 es: ¿Tenemos aquí el síndrome de la modestia femenina? Leyendo a Jennifer Doudna, ella tardó años en reconocer su liderazgo. En muchas ocasiones minimizó su propio aporte, dudó si debía estar en la sala donde se tomaban las decisiones o dejó que otros (hombres, casi siempre) proclamaran los resultados. Según un estudio de Boston Consulting Group, las mujeres tendemos a subestimar nuestros logros, mientras que los hombres los amplifican. Será que en Medellín pasa algo similar, ¿que en nuestro ecosistema muchas mujeres se autorrestringen? El deber entonces del ecosistema debe ser, por consiguiente, fomentar la ambición femenina sin culpa.
La conexión #2 es: Donde se cocina la ciencia, el conocimiento y el aprendizaje, se sirve de plato fuerte el emprendimiento y el lucro. El libro muestra como Berkeley, MIT y Harvard no solo generan conocimiento, sino que también lo traducen en patentes, empresas y soluciones que terminan en el mercado. Los científicos y académicos compiten para publicar papers, sí, pero también para crear empresas.
Y todo esto ocurre en un entorno donde el gobierno apoya con subvenciones y premios económicos, las universidades incuban talento y el sector privado invierte con convicción. ¿Y qué está pasando en nuestro valle? Lo mejor es que la rueda está en movimiento y cogiendo velocidad por su misma inercia. Universidades como EAFIT, UPB y EIA están aliándose y compitiendo por cultivar talento y germinar empresas. Los eventos en la ciudad volvieron y Ruta N, tras años de adormecimiento, está resucitando con la promesa de volver a ser el centro de gravedad para la innovación en la ciudad. Es todo perfecto, no, y nos falta mucho, sí. Pero la rueda ya está en marcha, y cuando eso sucede en un territorio, los resultados colectivos llegan más rápido de lo que imaginamos.
La reflexión: ¿El emprendimiento se lleva en el ADN paisa? No lo sé, tal vez no nacimos todos para crear empresas que terminen cotizando en la bolsa o valoradas en billones, pero hay algo profundamente humano en ver un problema y querer resolverlo, en soñar con lo que no existe y ponerse a trabajar con lista en mano. Así como CRISPR nos permite editar la biología, el EMPRENDIMIENTO es nuestra forma de editar la REALIDAD. Si alguien está pensando en aplicar la edición genética (CRISPR) para resolver problemas reales en Medellín, me encantaría conversar. Plata no hay, pero tiempo para fundar nuevas empresas... sí.