Pico y Placa Medellín
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Por Alejandro De Bedout Arango - opinión@elcolombiano.com.co
El símbolo de una ciudad que nuevamente se atreve a soñar luego de tanta oscuridad producto de la corrupción.
En política, como en la vida, hay proyectos que trascienden y se convierten en símbolos colectivos. El Mar Medellín es uno de ellos. No se limita a piscinas, playas artificiales o zonas de recreación; representa una apuesta estratégica que condensa la esencia de una ciudad que, pese a sus dificultades, nunca se rinde y demuestra, una vez más, que nada le queda grande.
El Plan de Desarrollo ha priorizado con rigor lo esencial: educación, movilidad, seguridad, empleo, infraestructura, vivienda, mitigación del riesgo y programas sociales. Nadie discute que esos frentes son inaplazables para garantizar el presente. Pero gobernar significa ir más allá de lo urgente, es también apostar por proyectos que inspiren, que eleven el orgullo ciudadano y que refuercen la identidad de Medellín. En ese espíritu surge el Mar Medellín, un proyecto que nadie se había atrevido a proponer y que hoy se materializa gracias a una administración que planifica, ejecuta y hace que cada peso rinda.
Las cifras hablan por sí solas. La inversión en el Mar Medellín asciende a $195.000 millones, financiados con recursos locales gracias a un mayor recaudo tributario y a una política austera en el gasto. Solo en el último año la ciudad obtuvo $281.000 millones adicionales producto de la confianza ciudadana y de una gestión fiscal eficiente. Esa disciplina ha permitido avanzar en este proyecto sin descuidar otros frentes: $91.000 millones para la recuperación del río y la atención de puntos críticos, $1,2 billones en educación para fortalecer 421 sedes y construir 10 megacolegios, $600.000 millones en escenarios deportivos y $200.000 millones en cultura. Todo ello aprobado por el Concejo de Medellín dentro de la mayor inversión social de la historia reciente. Los resultados ya se reflejan: disminuyó la deserción escolar y el desempleo —consolidando a Medellín como la ciudad con la menor tasa del país—, se redujo la desnutrición aguda, se alcanzó la tasa más baja de suicidios desde 2018 y avanza la recuperación del relleno sanitario La Pradera junto con la construcción del vaso La Piñuela. Y mucho más, que demuestra que lo urgente y lo importante se han atendido con rigor, mientras Medellín se atreve a soñar en grande.
El Mar Medellín será una obra de talla mundial: 12.000 m² de espacio público, 5.000 m² de playa, dos piscinas olímpicas, dos semiolímpicas, una piscina de olas de 2.500 m², 270 nuevos árboles y kilómetros de ciclorrutas y pistas de trote. Sin embargo, lo más trascendental no es la magnitud, sino lo que significa: la democratización del deporte y la recreación. No será un lujo para unos pocos, sino un parque abierto a todas las familias, desde los niños hasta los adultos mayores, desde las comunas más populares hasta los barrios tradicionales.
El Mar Medellín convertirá a la ciudad en referente internacional en triatlón y deportes acuáticos, atraerá visitantes, dinamizará el comercio y reforzará la marca Medellín en el mundo. No es casualidad que la ciudad registrara un crecimiento del 378% en inversión extranjera directa el último año. Los inversionistas llegan donde hay confianza, innovación y capacidad de ejecución.
Las críticas, previsiblemente, no han faltado. Hay quienes lo reducen a una simple “playa artificial”, como si Medellín no tuviera derecho a soñar y a construir símbolos colectivos. Es una apuesta integral, financiada con recursos propios y pensada para todos. Y aunque algunos lo desprecien hoy, el día de la inauguración serán los primeros en la fila, flotador en mano, para estrenar el mar que tanto cuestionaron.
Adelante, alcalde Federico Gutiérrez, con este y otros proyectos grandes de ciudad que próximamente serán anunciados.
¡Medellín cada día mejor!