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Nicolás Maduro, usurpador y dictador, asumió de manera fraudulenta como presidente de Venezuela. Lo hizo sin haber presentado públicamente los resultados de las elecciones del pasado 28 de julio y en un contexto marcado por graves violaciones de derechos humanos, incluyendo la detención arbitraria de opositores. El pasado jueves, incluso la líder de la oposición, María Corina Machado, fue retenida durante varias horas. Maduro y su círculo encarnan la negación más flagrante de la libertad y la democracia. Incluso el presidente de Chile, Gabriel Boric, se vio obligado a declarar: “Desde la izquierda les digo que el gobierno de Maduro es una dictadura”. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos también concluyó que la reelección de Maduro carece de legitimidad democrática. En realidad, ni siquiera hubo una verdadera reelección.
A pesar de todo, mantengo la esperanza de que la libertad será, finalmente, el destino de Venezuela. La aspiración a la libertad está profundamente inscrita en el ADN de los pueblos y en la esencia del ser humano. Desde la Revolución Francesa hasta las guerras de independencia lideradas por Simón Bolívar y José de San Martín; desde los movimientos por los derechos civiles en Estados Unidos hasta la caída del Muro de Berlín, la historia nos enseña que la libertad no se regala, se conquista con valentía, sacrificio y solidaridad. Hoy, en Venezuela, figuras como María Corina Machado y Edmundo González representan a un pueblo que encarna esta aspiración, valentía y sacrificio. La búsqueda de la libertad que vive hoy el país hermano no pertenece a unos pocos, sino a todo un pueblo. Es esta aspiración colectiva la que fundamenta la esperanza y la posibilidad de hacer realidad la libertad en Venezuela. Porque, cuando la libertad se asienta en el corazón de un pueblo, nada puede detenerla.
A lo largo de la historia, pensadores como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Antonio Gramsci han destacado que la libertad no es necesariamente una condición con la que nacemos, sino un ideal que se conquista. La libertad debe ser asumida y ejercida de manera consciente, a través de nuestras acciones y elecciones. Como bien nos recordaba Antonio Gramsci, la historia es, en esencia, un proceso continuo de liberación y toma de conciencia.
En estos días recordé un poema de Mario Benedetti, un verdadero canto a la libertad: Usted preguntará por qué cantamos... Cantamos porque los sobrevivientes / Y nuestros muertos quieren que cantemos / Cantamos porque el grito no es bastante / Y no es bastante el llanto ni la bronca / Cantamos porque creemos en la gente / Y porque venceremos la derrota / Cantamos porque el sol nos reconoce / Y porque el campo huele a primavera / Y porque en este tallo, en aquel fruto / Cada pregunta tiene su respuesta / Cantamos porque llueve sobre el surco / Y somos militantes de la vida / Y porque no podemos ni queremos / Dejar que la canción se haga ceniza. Así como en el poema, Venezuela canta con sus acciones, con cada grito de justicia, con cada paso decidido hacia la libertad. Porque la resistencia no es solo aguantar; es elegir, día tras día, luchar por un futuro mejor.
