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Podemos servir a nuestras debilidades, o podemos servir a nuestro propósito, viviendo más allá de nuestras limitaciones.
Por Aldo Civico - @acivico
En estos días fui a ver la película “Cabrini”. Es la historia de una mujer italiana, Francisca Javier Cabrini, una monja católica que dedicó su vida al servicio de los pobres inmigrantes italianos en Nueva York, en una época en la que eran tratados peor que las ratas, como ella misma decía. Esto sucedió en la última década del siglo XIX.
Una escena en particular capturó mi atención y me hizo reflexionar. Durante una audiencia privada, el Papa León XIII cuestiona la capacidad de Cabrini para liderar su misión debido a su frágil salud. De hecho, varias órdenes religiosas la habían rechazado debido a su débil condición. Cabrini le respondió al Papa de esta manera: “Podemos servir a nuestras debilidades o podemos servir a nuestro propósito”.
Esto me parece que también se aplica a nosotros. Podemos servir a nuestras debilidades y permitir que determinen nuestra vida y nuestro alcance, o podemos servir a nuestro propósito, viviendo más allá de nuestras limitaciones. Podemos decidir vivir como víctimas de nuestra salud, condición económica y social, dudas, tristezas, amarguras y fracasos, o podemos vivir de forma heroica, viendo nuestras limitaciones como una oportunidad para crecer. Podemos vivir centrados en nosotros mismos, es decir, en nuestras miserias y debilidades, compadeciéndonos todo el tiempo, o peor aún, buscando la compasión de los demás. O podemos vivir de manera auténtica, viviendo más allá de nosotros mismos, trascendiendo nuestro pasado y creciendo cada día para contribuir de forma única y original a un mundo mejor.
Podemos vivir en un permanente sufrimiento, sintiéndonos víctimas, o podemos asumir la responsabilidad de los resultados que producimos en nuestra vida y vivir como creadores conscientes de nuestra existencia. Podemos vivir como esclavos o como nuestros propios maestros. Cuando elegimos vivir en el sufrimiento, nos quedamos en un eterno Viernes Santo, no viviendo el dolor como un momento de transición, es decir, como el umbral de un despertar y el crecimiento hacia un nuevo nivel de conciencia, sino que preferimos mantenernos en la oscuridad. Escribo “preferimos” porque, paradójicamente, vivir como víctimas puede resultar más fácil; no tenemos que asumir la responsabilidad de nuestra vida y esperamos que otros resuelvan nuestra situación. Nos quedamos en el Viernes Santo sin avanzar al Domingo de Resurrección.
Por el contrario, quienes, como Cabrini, eligen servir a un propósito superior, a pesar de sus propias debilidades, deciden vivir de manera audaz. Eligen trascender su propia condición, sanar las heridas emocionales que todos tenemos, vivir con esperanza y fe en que la propia vida tiene una misión, siendo un verbo que se realiza en el mundo. Cabrini decía que no vivir de manera audaz significaba morirse en vida. Desafortunadamente, demasiadas veces nos conformamos con ser zombis que viven apagados. Pero podemos levantarnos de nuestras cenizas, conectar con nuestro propósito, viviendo no en función de nosotros mismos sino en servicio de los demás. Porque no hay camino más acelerado para superar nuestros límites y lograr la plenitud que servir a los demás. Cabrini (entre muchos otros) lo demuestra.