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Rifirrafe de comedia

En esta pelea a las patadas, salió a flote la vulnerabilidad del TLC entre Colombia y EE. UU. Trump encontró sus puntos débiles para desconocerlo con la excusa de la primacía de la defensa nacional sobre cualquier acuerdo.

29 de enero de 2025
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  • Rifirrafe de comedia

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

El pasado fin de semana se llevó a cabo la gran pelea del primer cuarto del siglo XXI. En el extremo derecho del cuadrilátero, un populista del país más rico. En la esquina de la izquierda extrema, un populista de una nación pobre. Dos seres arbitrarios, practicantes de deportes diferentes. Uno, mestizo y bajito, delirando desde el amanecer con Macondo y Allende a través de Twitter, revolviendo metáforas cursis de nacionalismo con tazas de café cargado de dinamita. El otro, rubio y gigante, jugando golf, devolviendo agresiones tuiteras, revocando visas y anunciando sanciones contra las exportaciones colombianas. Al final, entraron en escena gentes sensatas, que aún las hay, no solo en la Casa Blanca, sino en la Casa de Nariño, logrando llegar a un acuerdo para cancelar por ahora las rabietas, que dejaron heridas difíciles de zanjar en estos dos años y medio que le quedan al provocador del subdesarrollo para desafiar al jayán gringo.

Las barras bravas, tanto petristas como del barrio latinoamericano, azuzaban la pelea. Las izquierdas veían la oportunidad de hacer un bloque en la región para sumarse al sindicato que, en cabeza de China, ha penetrado en los grandes negocios y contratos latinoamericanos. Las de la derecha, encontraban en los Estados Unidos su gran protector, para seguir invocando a pie juntillas la vieja teoría de Marco Fidel Suárez de “mirar hacia el Norte”. Todas perdían el lente necesario para analizar las ventajas comparativas y competitivas con que se mueve en la nueva geopolítica el comercio de la Aldea Global.

En esta pelea a las patadas, salió a flote la vulnerabilidad del TLC entre Colombia y EE. UU. Trump encontró sus puntos débiles para desconocerlo con la excusa de la primacía de la defensa nacional sobre cualquier acuerdo. Petro, que ha querido renegociarlo, le podría parar la caña, hecho que debilitaría el comercio colombiano.

Sirvió, sí, de fugaz sofisma de distracción la agresividad recíproca de los trinos de los dos energúmenos, para que los colombianos olvidaran por momentos los crímenes que contra la vida, honra y bienes de sus habitantes se cometen en el Catatumbo, Putumayo, Guaviare, Cauca, Nariño, Chocó, norte de Antioquia. No importó que subiera la cifra del conflicto a 45.000 mil desplazados y cerca de 100 muertos, que ha dinamitado prematuramente la propuesta de “Paz total” del mandatario colombiano. Se dejó a un lado la imagen del ministro de Defensa colombiano abrazado a su colega venezolano acusado de narcotraficante y por el cual los Estados Unidos ofrece millones de dólares por su captura. Se congeló por momentos el debate por la tolerancia mañosa del gobierno de Maduro para permitir el paso por sus territorios que limitan con Colombia, de los actores de la guerra contra campesinos y gentes humildes.

Hasta el lunes, momento de enviar esta columna, todo había vuelto a la aparente normalidad en una nación anormal. Petro reculó. Ni sus compadres de Brasil y México le habían dado respaldo. Solo el poco honroso dueto Cuba-Venezuela. El drama terminó en sainete, algo muy propio en un país en donde todo es grave y nada es serio.

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