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América Latina tiene poca relevancia a nivel global. Se arrima a la China creyendo encontrar en ella el paraguas de protección.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Si América Latina, como región “es cada vez más periférica en las redes internacionales de comercio y en las organizaciones internacionales”, sus desafíos en la era Trump, son muchos y preocupantes. Al mismo tiempo que este aprieta a sus tradicionales socios comerciales colocándoles una espada de Damocles arancelaria, se conoce el informe “Riesgo político en América Latina”, sobre los retos que asumirá la región a corto y mediano plazo. Estima el documento que la seguridad, en vía de ejemplo, está en cuidados intensivos. El crimen organizado y el narcotráfico, organizaciones transnacionales y profesionalizadas, superan la fuerza persecutoria y sancionatoria de las naciones afectadas.
La debilidad de los Estados latinoamericanos para hacer frente a los grupos criminales movidos por el narcotráfico, afectan especialmente a Colombia, Perú y Bolivia. Según la ONU, los carteles cada día toman más fuerza para rebasar en armas e inteligencia a los organismos nacionales. Multiplican la inseguridad, la corrupción que ya se volvió estructural, trascendiendo toda clase de fronteras geográficas y éticas. Ha perforado hasta los tuétanos a los más altos niveles del poder y la sociedad de los países productores de coca.
La pobreza extrema, la desigualdad, el desempleo, también son factores que están contribuyendo no solo a la violencia sino a las migraciones masivas. Eso refleja la vulnerabilidad de América Latina y su débil posición ante el discurso amenazante del presidente Trump que la está obligando a arroparse con la seda china, como si esa ruta fuera fuerte abrigo.
Uno de los puntos que más recalcan no solo el informe de Riesgo Político sino, en general, todos los estudios que elaboran sectores académicos, es el relacionado con la decadencia de las democracias en el continente. Una región que, según el Fondo Monetario Internacional, registra, con el solo 8% de la población mundial, un tercio de los homicidios a nivel global.
Es manifiesta la incapacidad de sus gobiernos, coinciden los estudios de entidades competentes, presos de su impotencia para responder de manera efectiva y pronta a las demandas del ciudadano. Un ciudadano que poco cree en sus autoridades, lo que debilita las democracias. Las mismas que se mueven con lentitud paquidérmica y desesperante, lo que ha conducido “al ascenso de liderazgos con tendencia autoritarias o populistas”.
América Latina tiene poca relevancia a nivel global. Se arrima a la China creyendo encontrar en ella el paraguas de protección. Riesgosa apuesta, explicada por la poca atención e importancia que le presta EE. UU., situación agudizada con la administración Trump. Esta subestima a sus vecinos, nada les concede para tratarlos con la dignidad que merecen algunos aliados que tantas veces han tenido que agachar la cabeza para que el imperio no los despanzurre comercialmente.
En el pasado Foro de Davos, América Latina pasó inadvertida. El vacío se protocoliza con la ausencia de liderazgo de la mayoría de sus mandatarios, que cuentan poco en el momento de las grandes decisiones continentales. Y por ello, en la era Trump, Latinoamérica sigue siendo como el hijo paria que sus viejos tutores ricos esconden con vergüenza.