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Tiene que saber Benedetti muchos y muy grandes secretos de trastienda para que en la Casa de Nariño se le reabran las puertas y se le tiendan tapetes al paso como nuevo redentor.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Mientras el ciclón Benedetti, con su nombramiento como asesor presidencial, pone en calzas prietas la unidad del Pacto Histórico, el ministro de Hacienda anima la comparsa de los escándalos con las denuncias que su asesora Benavides ha hecho sobre sus artimañas para canjear contratos por votos de congresistas.
Sin restarle gravedad a las audacias de Bonilla, lo de Benedetti es calamitoso. Dividió el gabinete y dejó herido de muerte el protagonismo político del ministro Cristo como enlace entre Ejecutivo y Congreso. En el Senado le notificó a su presidente Cepeda, que es con él, con quien deberá entenderse de ahora en adelante. Quizás su mejor presentación fue mostrarle los siete procesos penales que tiene abiertos en la Corte Suprema de Justicia, que van desde concierto para delinquir, pasando por el cohecho, siguiendo con el de enriquecimiento ilícito de servidor público y terminar en corrupción. Con semejante hoja de vida tenía el derecho a mirar, para recordar, algunas curules de temerarios colegas parlamentarios.
Tiene que saber Benedetti muchos y muy grandes secretos de trastienda para que en la Casa de Nariño se le reabran las puertas y se le tiendan tapetes al paso como nuevo redentor. Máster en manzanillismo y clientelismo, es el escogido para conducir al partido de gobierno por el desierto de realizaciones y propuestas serias, hasta hoy inexistentes. Mejor refuerzo no podían tener para las próximas elecciones, en un medio político donde el gamonalato y las transfugancias siguen siendo recursos efectivos en la emulación en las que todo vale, inescrupuloso método de lucha partidista. Sabe el país que si Benedetti habla, con los guardados que tiene, el andamiaje de la Casa de Nariño corre el riesgo de caer por fuerza del tsunami que produciría al aparecer nuevos episodios dramáticos que, si bien ocultos, la opinión pública intuye.
El desabrochado costeño pisa duro en el palacio presidencial. Aún retumba por sus corredores el eco de sus viejas amenazas sobre la opacidad en la financiación de la campaña presidencial y los dineros que por millones él había recaudado. Se recuerdan sus berridos y maltratos a la pureza del idioma con los cuales amenazaba que, si abría la boca, todos se hundían y se iban presos. Valorizó en oro su silencio/chantaje para darse oxígeno en la burocracia internacional y ahora en la nacional.
Para dramatizar más la obra de suspenso, la actriz Margarita Rosa de Francisco lloró por lo que considera frustrante noticia en la doctrina del cambio petrista con el nuevo asesor presidencial. Quizás percibe, como muchos colombianos, que ese nombramiento es la base de un pacto de silencio, como lo llamó un editorial de El Colombiano, para callarlo, metiéndole en la boca tanta mermelada que no pudiera abrirla. Un pacto que se hubiera querido Mario Puzo para montar una nueva versión de “El Padrino”, con tan buenos actores que se mueven con soltura y propiedad por el mundo de la farsa y la tramoya.
Si Samper casi se cae por 8.000 razones, Benedetti, al contrario, trepa y se sostiene por 15 mil millones de argumentos.