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Columnistas | PUBLICADO EL 16 julio 2022

Agricultura: un ministerio clave

Nos encontramos con una oportunidad para el desarrollo económico del área agrícola. Para poder emprender acciones que produzcan grandes transformaciones.

Por Eduardo Durán Gómez - redaccion@elcolombiano.com.co

Un reto enorme tiene la nueva ministra de Agricultura, Cecilia López Montaño, que, entre otras cosas, reúne a su favor dos características muy importantes: tener experiencia en el sector y ser una de las economistas más calificadas del país.

A estas alturas, cuando su trayectoria vital le ha permitido tener las más amplias experiencias, conjugadas con una labor investigativa muy acreditada, nos encontramos en el momento para que esa importante área del desarrollo económico emprenda acciones que produzcan grandes transformaciones, verdaderas oportunidades para el sector.

Seis aspectos son fundamentales: En primer lugar, la habilitación de tierras para la agricultura. La frontera agrícola tiene que ampliarse para que sea posible producir todo lo que estamos importando. Que tengamos que importar el 30 % de un alimento tan importante para la alimentación y la elaboración de insumos como lo es el maíz es ya un hecho notorio que amerita las más grandes reflexiones. Aquí no solo tienen que estructurarse cifras, sino también planes concretos sobre la identificación de las tierras aptas para tal propósito.

En segundo lugar, la capacitación y la asistencia técnica son elementos que hay que multiplicar de manera ambiciosa, pues el campesino no puede seguir produciendo con instrumentos arcaicos e irrentables, porque es condenarlo a la miseria. El conocimiento disponible sobre cultivos eficientes no está al alcance de la población rural, y la asistencia técnica es un privilegio de muy pocas personas.

En tercer lugar, el suministro de insumos a precios razonables tiene que ser una garantía, para lo que se requiere una enorme infraestructura productiva que pueda estar en capacidad de proveer las necesidades del sector. La alta dependencia de las importaciones es preocupante y la presencia de precios impagables para los pequeños productores, también.

En cuarto lugar, resulta fundamental el montaje de instrumentos que aseguren la compra de las cosechas y que alejen el oportunismo de los especuladores que quieren comprar a precios miserables, mientas revenden a como les da la gana.

Quinto, la bancarización del campesino, con acceso real al crédito y con seguro de cosecha.

Y, en sexto lugar, el mejoramiento de la infraestructura rural tiene que ser un propósito inaplazable. Centenares de toneladas de alimentos se pierden porque no hay cómo transportarlos; las carreteras son fatales y los métodos de transporte, cavernarios, en muchas regiones todavía impera la mula como única alternativa.

Al campesino hay que elevarle el nivel de vida y ampliarle el espectro de las posibilidades para actuar; como dice Carlos Enrique Cavelier, hay que aproximarlo a la clase media para hacerlo más persona y con mayores oportunidades para enfrentar la vida con dignidad  .

Colprensa

Un reto enorme tiene la nueva ministra de Agricultura, Cecilia López Montaño, que, entre otras cosas, reúne a su favor dos características muy importantes: tener experiencia en el sector y ser una de las economistas más calificadas del país.

A estas alturas, cuando su trayectoria vital le ha permitido tener las más amplias experiencias, conjugadas con una labor investigativa muy acreditada, nos encontramos en el momento para que esa importante área del desarrollo económico emprenda acciones que produzcan grandes transformaciones, verdaderas oportunidades para el sector.

Seis aspectos son fundamentales: En primer lugar, la habilitación de tierras para la agricultura. La frontera agrícola tiene que ampliarse para que sea posible producir todo lo que estamos importando. Que tengamos que importar el 30 % de un alimento tan importante para la alimentación y la elaboración de insumos como lo es el maíz es ya un hecho notorio que amerita las más grandes reflexiones. Aquí no solo tienen que estructurarse cifras, sino también planes concretos sobre la identificación de las tierras aptas para tal propósito.

En segundo lugar, la capacitación y la asistencia técnica son elementos que hay que multiplicar de manera ambiciosa, pues el campesino no puede seguir produciendo con instrumentos arcaicos e irrentables, porque es condenarlo a la miseria. El conocimiento disponible sobre cultivos eficientes no está al alcance de la población rural, y la asistencia técnica es un privilegio de muy pocas personas.

En tercer lugar, el suministro de insumos a precios razonables tiene que ser una garantía, para lo que se requiere una enorme infraestructura productiva que pueda estar en capacidad de proveer las necesidades del sector. La alta dependencia de las importaciones es preocupante y la presencia de precios impagables para los pequeños productores, también.

En cuarto lugar, resulta fundamental el montaje de instrumentos que aseguren la compra de las cosechas y que alejen el oportunismo de los especuladores que quieren comprar a precios miserables, mientas revenden a como les da la gana.

Quinto, la bancarización del campesino, con acceso real al crédito y con seguro de cosecha.

Y, en sexto lugar, el mejoramiento de la infraestructura rural tiene que ser un propósito inaplazable. Centenares de toneladas de alimentos se pierden porque no hay cómo transportarlos; las carreteras son fatales y los métodos de transporte, cavernarios, en muchas regiones todavía impera la mula como única alternativa.

Al campesino hay que elevarle el nivel de vida y ampliarle el espectro de las posibilidades para actuar; como dice Carlos Enrique Cavelier, hay que aproximarlo a la clase media para hacerlo más persona y con mayores oportunidades para enfrentar la vida con dignidad.

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