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Columnistas | PUBLICADO EL 27 junio 2022

¡A remar!

En el caso de Medellín y el Valle de Aburrá, a abril de 2022 y según el Dane, el 17 % de las familias aseguró que no alcanzaba a completar las tres comidas diarias.

* Presidente ejecutiva de Proantioquia

Por María Bibiana Botero C.* - www.proantioquia.org.co

El aumento del desempleo que desencadenó la pandemia profundizó una realidad que no nos ha sido extraña: el hambre. Aunque nos hemos levantado de los estragos del covid-19, se han sumado realidades mundiales, como la inflación, que ponen una fuerte presión sobre la capacidad de las familias para acceder a los alimentos y asegurar las tres comidas al día. ¡TRES!

Reconociendo que la situación de ingresos y empleo ha mejorado, la angustia de miles de familias cuando tienen que dividir, hacer rendir su salario, o la de quienes sobreviven con lo ganado en un día, continúa. Las cuentas no dan. Pensemos en que hace menos de un año era posible comprar, con la misma plata, diez litros de leche. Hoy, con los precios por las nubes, entre cinco y siete litros.

El no poner comida en la mesa tiene unos impactos en la vida de la gente inmensos y en muchos casos irreversibles: salud, bienestar, supervivencia, en expectativas de presente y futuro, en la calidad de vida de miles de antioqueños.

El perfil alimentario y nutricional de Antioquia en 2019 mostró que cerca del 70 % de los hogares en el departamento tenían inseguridad alimentaria, esto en el escenario prepandemia. La situación más preocupante se reflejó en el Bajo Cauca y Urabá —87 % y 86 %—. Las cifras evidencian una tragedia: en estas subregiones, es decir, en 17 municipios de Antioquia, 8 de cada 10 habitantes pasan hambre.

En el caso de Medellín y el Valle de Aburrá, según el Dane —abril 2022—, 17 % de las familias aseguró que no alcanzaba a completar las tres comidas diarias. Cifra que se reafirmó con la información de Medellín Cómo Vamos: en las comunas Popular, Santa Cruz, Aranjuez y Manrique, cuatro de cada diez de sus habitantes pasaron por la misma situación.

En Antioquia, en 2019, por cada mil nacimientos, 11 bebés pesaban menos de 1.500 gramos, frente a 2.500 gramos que es el mínimo deseable. Se explica en parte porque 6 de cada 10 madres presentó deficiencias de hierro. Esto es grave porque los estudios indican que la ausencia de este mineral genera también mayor riesgo de muerte infantil antes o durante el nacimiento.

Las agendas políticas y públicas se centran, entre muchas cosas, en el futuro, en infraestructura, en planear grandes y decisivas agendas, pero si queremos lograr un impacto real y cambiarle la vida a la gente, debemos ocuparnos de su seguridad alimentaria.

Es imposible mirar para otro lado. “Nadie puede salvarse solo. Todos estamos en el mismo barco y estamos llamados a remar juntos”, dijo el papa Francisco hace un par de años, cuando recién estábamos comenzando la pandemia y sin una salida a la vista.

Hablemos de hambre, de frente, con sentido de urgencia. Un clamor por la vida digna: el paso por este mundo debe ser, entre tantas dificultades, bonito y esperanzador, con posibilidades de cumplir anhelos, de sentir alegría. El hambre interrumpe cualquier promesa posible de desarrollo y prosperidad.

¡Así que a remar! 

* Presidente ejecutiva de Proantioquia

Proantioquia

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