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0 y 6
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Por JORGE ALCIDES SALAZAR H.
Si es verdad que las ciudades tienen olores que las distinguen, los visitantes podrían pensar que, al llamar a la nuestra como la “Ciudad de la eterna primavera”, los fragantes olores florales, de exuberantes especies vegetales y del verde andino, predominan y solazan a sus habitantes.
Esta que discurre, y la semana anterior, el “pico y placa” ambiental me animó, por no decir me obligó, a dar largas caminatas para desplazarme al trabajo y a mi hogar. ¿Olores de flores, olas de verde estela olfativa? Sabemos que estamos en alerta ambiental. Respiramos smog. Pero los efluvios característicos de Medellín son el humo de buses, busetas y camiones dramáticamente contaminantes, y el del humo de la marihuana. Perdí la cuenta de cuántos viandantes iban aspirando con desespero, regocijado, eso sí, su buen “pucho”, tan alabado y defendido por los progresistas de selecto amueblamiento intelectual.
En mis caminatas jamás llegué a ver autoridades de tránsito, ni controles de medidores de humo. Las busetas y buses expelen su negra humareda con desvergonzada impunidad. La mitad del parque automotor privado sí queda guardado en casa, ese sí sujeto a sanciones.
Medellín de smog, veneno y cannabis para “olvidar las penas y alegrar la vida”... y para embrutecerse.