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Mi último encuentro con los estudiantes de la universidad fue en la presentación del parcial y después, nunca más volvimos a vernos en el aula de clase.
Y como es probable que no los pueda volver a ver, al menos en la universidad, quiero decirles públicamente: estoy agradecida con la vida por habérmelos puesto en el camino este 2020-01 y haber compartido con ustedes estos momentos tan distintos y especiales.
Gracias por la paciencia que me tuvieron mientras migré, en una semana, del aula a la pantalla. Aunque no fue fácil, aprendí que los seres humanos tenemos capacidades y potencialidades que no conocemos y que solo en los momentos más críticos, pueden manifestarse.
Si yo, frisando la jubilación, fui capaz de acomodarme a una circunstancia tan distinta y retadora, qué no podrán hacer ustedes con su juventud y energía, cada vez que el camino les presente un escollo o les ponga una zancadilla. Ustedes, que también prefieren la presencialidad, fueron capaces, a sus 20 años, de asumir con responsabilidad, paciencia y seriedad un reto nada fácil: estar obligatoriamente encerrados respondiendo lo mejor posible a sus compromisos académicos. Una clase tras otra a través de la pantalla, por ahí mismo hacer sus trabajos y tareas, hablar con sus amigos y buscar entretenimiento. Algunos presentaron dolor de espalda, síndrome de encierro, desespero por la incertidumbre, necesidad de estar con sus amigos, rabia cada vez que se anunció un nuevo aplazamiento de la cuarentena. Pero al último día de clase llegaron sosegados y alegres, por saberse ganadores ante la circunstancia.
Fue poderosa la demostración humana: fuimos capaces, en la marcha, de adaptarnos y seguir. Les ganamos a los robots: unos robots programados se hubieran detenido esperando una nueva programación. Cuando queremos, los humanos podemos hacer casi lo que sea y esa combinación de juventud y experiencia es hermosamente eficaz.
Aunque no podamos volver a vivir como antes, al menos no en el futuro cercano, ya no me preocupo. Sé que esta generación que hoy ronda los 20, tiene la esencia humana para adaptarse, transformar y mejorar lo que nosotros les dejaremos.
Chicas y chicos: no dejen nunca de soñar; y en el lugar de la vida, donde la vida los ponga, sean siempre motivo de paz y no de guerra. Y recuerden: la próxima vez que nos veamos, si alguna vez nos volvemos a ver, nos daremos un abrazo.