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Columnistas | PUBLICADO EL 26 junio 2021

35

Por JULIÁN POSADAprimiziasuper@hotmail.com

Dice que quiere continuar el camino del estudio a sus 35 y muchos la miran asombrados. A ella no le basta con una maestría ya obtenida, al parecer esa no es la edad para decidir hacerse a un doctorado, cuando uno desea saltarse la estandarización socialmente impuesta nunca resulta ser el momento adecuado para casi nada, formarse y soñar parecen ser un ideal que debería extinguirse al, apenas, cumplir los 30, aunque según las estadísticas se es joven hasta los 35 años.

Los jóvenes que marchan en la calle no tienen muy claro el cómo, pero exigen con razón y entre muchas otras peticiones oportunidades de estudio igualitarias para todos.

Amplia formación académica y experiencia profesional les pide el mercado laboral aunque como país demos poco peso a la ciencia, la investigación y el conocimiento y muchas veces más importancia a la fe y al dogma. Rigor científico, formación e información y pensamiento crítico evitarían afirmaciones discutibles por parte de quienes nos gobiernan como la de que “más de diez mil muertes se hubieran prevenido si no hubiéramos tenido aglomeraciones”, o evitarían que se posesionara a un ministro de Ciencia cuestionado, el contradecir a un laboratorio sobre su vacuna o la oposición vehemente por parte de Fecode a la reapertura de todos los colegios para detener una pérdida generacional, a pesar del consenso de expertos en educación y los científicos.

La educación pertinente y el pensamiento crítico seguramente evitarían también que tanto “famoso” se dedicase a la difusión de noticias falsas o a la interpretación errónea de cientos de mensajes. La gente ávida de creer los recibe sin réplica o duda.

Aunque las estadísticas lo afirmen, los 35 años no son límite de nada, son el adormecimiento de la curiosidad y la pereza intelectual los que nos hacen viejos, frecuentar la academia nutre, enriquece y mantiene alerta los sentidos, la escucha atenta permite aprender. Muchas respuestas y aprendizajes subyacen en la cultura juvenil.

Tuve la dicha de ser docente buena parte de mi vida y aunque hoy no extraño las horas dedicadas a la formación y al aprendizaje, añoro el espacio y la conexión que producían el taller y el ejercicio de desaprendizaje que implica el enfrentarse a cada nuevo proyecto.

En el ejercicio creativo el paso del tiempo hace que te distancies generacionalmente de tu grupo de trabajo y eso redunda en una pérdida del goce del oficio, que quizás es más bien una pérdida de la paciencia y la tolerancia que hay que combatir; entonces uno, que antes era partícipe activo del proceso, se convierte poco a poco en espectador, ve pasar a los más jóvenes y deja de ser parte de ellos.

Creo que docencia y decencia se parecen bastante, la formación te deja algo hermoso: una sensibilidad tranquila y permanente hacia el otro, una mirada crítica, amplia y compasiva, unas ganas de no juzgar y la escucha atenta a ciertos fenómenos que a la mayoría de la gente le pasan de largo ...las antenas te quedan aguzadas y si no las dejas dormir te permiten mantener un espíritu joven y entender que 35 es apenas un número y el sueño de aprender no conoce frontera

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