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Apenas ha pasado un año desde el Domingo de Ramos cuando empezó la invasión de la hacienda Santa Elena en Caucasia, la más grande del país, y lo que eran miles de carpas verdes y negras sostenidas por palos de madera donde colgaban hamacas, ahora es una extensión de la capital del Bajo Cauca antioqueño. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Con calles y carreras de tierra, energía eléctrica, acueducto, recolección de basuras, cancha de fútbol y tarima de eventos, peluquerías, tiendas, ferreterías e iglesias cristianas. Una ciudad sin políticos ni instituciones del Estado. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Por suerte, los pobladores son trabajadores informales y los trabajos informales son casi siempre los que se hacen con las manos, así que ellos mismos han levantado sus casas. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Antes de la invasión, por el lote ya pasaban redes de energía, agua y hasta tuberías de gas. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
A punta de ladrillos, tablas de madera y techos de zinc, en Santa Elena se ha apaciguado la incertidumbre de los primeros días y meses cuando desde la Alcaldía de Caucasia y la Gobernación de Antioquia se emitían órdenes de desalojo que eran cantos a la bandera. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Primero llegó la conexión irregular a la luz, que es la que está a la vista, y con ella los parlantes una ciudad sin políticos ni instituciones del Estado, sin impuestos ni subsidios. Una ciudad con Dios pero sin ley..Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Diana es una de las que vende arepas y llegó a Santa Elena hace cuatro meses, aunque Pablo, su esposo, había separado la tierra hace un año. Cuando empezaron con las amenazas de sacar a todo el que no estuviera viviendo en el lugar, se pasó con toda la familia. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
En Colombia, las invasiones suelen tener vocación de permanencia, como esta. Al final, el gobierno se resigna y llega con la factura de servicios públicos y, en el mejor de los casos, una escuela o una cancha multipropósito en pavimento.Foto: Camilo Suárez Echeverry -
¿Cuánto tarda en construirse una ciudad? Una a orillas del río Cauca, en un calor promedio de 30 grados a toda hora, sin grandes máquinas ni presupuestos o cronogramas, en un terreno de 378 hectáreas dividido en partes iguales de 6 metros de ancho por 12 de largo, donde habitan unas 8.000 familias, Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Los habitantes guardan la esperanza de que algún día el Estado encuentre otro lugar mejor para reubicarlos. Los asentamientos suelen quedar en zonas de riesgo, en la cima de una montaña empinada, en un barrio inseguro. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Lewis, Santa Elena es tan buen vividero que se devolvió y puso la barbería en el terreno que le consiguió su abuela. Tiene un televisor y dos puestos de trabajo y hace cortes y difuminados de futbolista. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
No hay noticias de predios comprados ni a precios justos ni a injustos, ni proyectos de autoconstrucción, ni planes de legalización del barrio. Foto: Camilo Suárez Echeverry -
Nadie quiere irse. Que les cobren la electricidad a la que se conectan clandestinamente, incluso el predial, pero que no los muevan de ahí. Es el mejor lugar donde la mayoría de ellos ha vivido jamás. Foto: Camilo Suárez Echeverry
Un año de la invasión en Santa Elena: así se construyó una nueva Caucasia
En apenas 12 meses, lo que era un asentamiento informal se convirtió en una “ciudad” de donde nadie quiere irse.