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Abraham Serna, un tamesino de nacimiento y corazón, nunca pensó que sus tierras, dedicadas al pastoreo de ganado, se convertirían en una reserva natural, cuyos bosques albergarían a más de 120 aves, 21 mamíferos y alrededor de 154 plantas. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
La historia se remonta a los años 80’s, cuando don Abraham adquiere, en la parte alta de Támesis (Antioquia), ubicado en el área de influencia del Distrito de Manejo Integrado (DMI) Cuchilla Jardín-Támesis, un terreno para arrancar un proyecto ganadero, el cual nombró El Globo. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
A eso se dedicó por más de 30 años, hasta que la entonces guerrilla de las Farc lo desplazó a él y a su familia del lugar. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Fue 20 años más tarde que su nieto, Mauricio Serna, en ese entonces estudiante de biología, decide volver al lugar al darse cuenta de su gran riqueza y potencial, el cual iba más allá de simples hectáreas para producir bovinos. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Así nació el Bosque de Niebla - El Globo, un lugar que, luego de procesos de restauración y conservación, y de tocar varias puertas, se convirtió en una Reserva Natural de la Sociedad Civil, y en uno de los 12 bancos de hábitat que tiene Colombia -el primero en Antioquia-. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Allí también se encuentran 16 nacimientos de agua y cinco hectáreas de humedales que contribuyen a la regulación hídrica y climática de la Provincia del Cartama. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Nadie pensaría que un terreno que antes fue talado, y en el que solo se veían pastos secos y huellas de ganado, se transformaría en un territorio de conservación y restauración de ecosistemas, refugio de fauna y flora. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Y aunque a muchos el término ‘bancos de hábitat’ no les suena muy familiar, la presencia de ellos en el país termina impactando sus modos de vida, pues a través de estos es que se realizan acciones de preservación, mejoramiento o restauración de la biodiversidad para compensar los impactos negativos causados por empresas o actividades humanas. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Asimismo, como en el caso de El Globo, generan ingresos para dueños, poseedores o tenedores de predios con vocación de conservación; y empleos directos e indirectos para las comunidades locales. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Los resultados ecológicos que se logran mediante esta figura son representados en créditos o unidades de biodiversidad, áreas de aproximadamente 10 metros cuadrados de ecosistemas preservados y/o restaurados que se gestionan técnica, financiera y jurídicamente durante 30 años, con resultados medibles. Es decir, las empresas pagan por esas ganancias ambientales. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Mauricio Serna lo definió como un mecanismo para cuidar lo que ya hay y mejorar o ayudar a lo que está degradado: “Se llaman créditos porque vienen de ese préstamo que nos hace la naturaleza. Nosotros estamos en deuda con ella por todos los servicios ecosistémicos que nos da y esa es una forma de compensarlo. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero. -
Algunas compañías en Colombia ya han dado los primeros pasos. Una de ellas es Cortineros Líder S.A.S, una empresa antioqueña que fue la primera en comprar créditos de El Globo. También está Sistema B e ISA, esta última, a través de una alianza con Terrasos, se vinculó como socio. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero.
Bosque de Niebla-El Globo, un terreno antes ganadero en Támesis, ahora es un hogar de fauna en vía de extinción
El terreno tiene 345 hectáreas, se transformó en banco de hábitat hace dos años. Desde entonces, ha emitido créditos de biodiversidad que empresas adquieren para compensar sus impactos. Esta es su historia.