En Tiktok, como en la literatura, el cine, el arte o el periodismo, los mitos son los que más venden. Hace semanas uno se hizo popular: que en Aranjuez, al noroccidente de Medellín, se estaba construyendo uno de los edificios más altos del barrio, de la ciudad, del país y del mundo.
Es cierto que visto en medio de un barrio tradicional y residencial, de comercios y casas de tres y cuatro pisos en el más alto de los casos, el edificio Berlín pareciera el más inmenso de todos pero, en una ciudad donde solo hay espacio para construir hacia el cielo, los edificios de más de 20 pisos hace rato dejaron de ser una excepción. Sin embargo, el edificio sí tiene una cualidad única: debe ser el más demorado en terminarse.
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Hace 15 años que más de 30 compradores esperan que por fin les entreguen su vivienda. Mientras tanto se han casado, se han divorciado, han tenido hijos, han cambiado de ciudad y de trabajo, quizás de religión y también de sexo. También han tenido tiempo de conocerse entre ellos: en 2023 se unieron e invadieron el edificio. Sacaron a los vigilantes y entraron las colchonetas y una cafetera. Eran casi 50 personas que se rotaban en turnos de día y noche, y así estuvieron más de 100 días exigiendo la vivienda que compraron, desde el 11 de octubre del 2023 hasta el 1 de abril del 2024, cuando salieron por sus propios medios tras llegar a un acuerdo con los constructores en los que estos se comprometieron a entregar antes de que se acabe el 2026 (en esa fecha se vence la licencia de construcción) y devolver el dinero a quienes así lo quieran.
Y es que ha pasado tanto tiempo desde que los constructores empezaron a vender apartamentos y a levantar las columnas, que ya casi nadie en el barrio se acuerda desde hace cuanto el edificio está ahí vacío y sin terminar.
Buena parte de los vecinos llegaron al barrio cuando el edificio ya estaba a medio hacer y para todos ya hace parte del paisaje: una torre altísima, como ninguna en los alrededores, de fachada en ladrillo sin ventanas ni puertas, donde el ruido de los taladros, las perforadoras y las seguetas ya hacen parte del sonido ambiente.
Los apartamentos de Berlín empezaron a venderse en 2011 como un proyecto de Vivienda de Interés Prioritaria, VIP, es decir que no podían valer más de 70 salarios mínimos mensuales (luego ese límite pasó a 90) y estaban destinados especialmente a familias de estratos bajos que no tuvieran vivienda. Y ahí, desde el concepto del tipo de vivienda, empezaron los problemas: por ser de interés prioritaria los constructores reciben algunos beneficios, entre ellos, que pueden aumentar drásticamente las densidades poblacionales. Es decir, en zonas en las que el Plan de Ordenamiento Territorial solo permite construir cuatro o cinco pisos de altura, las construcciones VIP pueden hacer 20 o 30 pisos, como los constructores de Berlín, que antes se llamaban Constructora Amiga y ahora se llama Inversiones, Bienes y Construcciones S.A.S, ambas compañías constituidas como pequeñas empresas con un capital de apenas $10.000.000 para ejecutar proyectos de bastantes ceros más.
Apenas habían vendido las primera unidades cuando a finales del 2013, tras la caída del Space, en la ciudad se destapó el escándalo de corrupción en los proyectos VIP: el Departamento Administrativo de Planeación denunció que 36 proyectos de este tipo eran fraudulentos y los denunció en la Fiscalía por fraude procesal. Entre esos estaba el edificio Berlín.
Jorge Pérez, director de planeación del gobierno de Aníbal Gaviria, explica que en el POT del 2006, que debía reglamentar los proyectos VIP, no se contemplaron restricciones como en otras ciudades y quedaron habilitados por toda la ciudad, así que constructores que no tenían ni la plata ni la experiencia para hacer grandes proyectos consiguieron, en trámites bastante cuestionados, licencias urbanísticas para hacer proyectos que no cumplían con la norma y que colapsaban la capacidad de sus barrios. Esto, sumado a que muchos inflaban precios por encima del límite, cobrando extra por los parqueaderos, los cuartos útiles o los acabados de obra blanca. Entre los proyectos con supuestas irregularidades, los funcionarios de ese entonces se encontraron con que en el 90% de los casos las licencias las había otorgado la Curaduría Cuarta de Medellín, la misma que aprobó la construcción de Berlín.
La primera licencia de construcción es de mayo del 2011, en esa se autorizó la construcción de 24 pisos, 95 apartamentos y tres locales. Luego, en 2012 pidieron una ampliación para llevar al edificio a 30 pisos y 204 viviendas. Seis pisos más, pero el doble de apartamentos en el mismo lote. Eso aprobó la Curaduría Cuarta.
El proyecto se amplió, presuntamente, porque los constructores planeaban venderle cerca de 200 apartamentos a la Alcaldía de Medellín, pero el negocio se cayó a finales del 2013 por las denuncias de supuesta corrupción que inició el entonces concejal Bernardo Alejandro Guerra.
Desde entonces el edificio se fue haciendo de a poco, ampliando plazos de venta, construcción y entrega. La Curaduría extendió la licencia en 2013, 2014, 2016, 2017 y 2018.
Los primeros pisos, para locales comerciales, se terminaron: en el primer piso funciona un D1 y un Fruver que sostienen al elefante blanco. También hay un gimnasio funcionando en el segundo piso. Las razones de la demora son todo un enigma, pero a los compradores les han dicho que el problema era de plata, pues se han vendido (en 15 años) pocos apartamentos para terminar la obra. Intentamos contactar a Ignacio Galeano, quien aparece como el gerente de la constructora, pero no conseguimos respuesta.
Con el paso de los años, mostrando esa licencia como garantía, siguieron vendiendo con la promesa de entregar al año siguiente. Pero después del 2018 la licencia no se volvió a extender y fue hasta 2020 que la Secretaría de Gestión del Riesgo ordenó suspender la obra porque se habían quedado sin permiso. En 2022, ya bajo el nuevo nombre de Inversiones, Bienes y Construcciones S.A.S (constituida en 2018) consiguieron una nueva licencia en la misma Curaduría que les fue entregada hasta 2024 y renovaron hasta 2026.
Ese es el último plazo que tienen para entregar 180 viviendas en 31 pisos sobre un lote de apenas 400 metros cuadrados que se empezaron a construir antes de que existiera Tiktok.