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Casa de 100 años que engalana la calle Maracaibo quiere seguir siendo referente cultural del Centro de Medellín

La hermosa edificación que sirve de sede a la Casa Centro Cultural, sufrió un daño por una intervención irregular, pero sigue firme en su objetivo de ser un referente patrimonial.

  • En esta casa diseñada por el belga Agustín Gooaverts hace más de un siglo, hoy los habitantes de Medellín encuentran una de las ofertas culturales más vigorosas de todo el Centro. FOTO jaime pérez múnevar
    En esta casa diseñada por el belga Agustín Gooaverts hace más de un siglo, hoy los habitantes de Medellín encuentran una de las ofertas culturales más vigorosas de todo el Centro. FOTO jaime pérez múnevar
  • Dispositivo instaurado por Claro sin autorización. FOTO: CORTESÍA
    Dispositivo instaurado por Claro sin autorización. FOTO: CORTESÍA
23 de septiembre de 2024
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Cada septiembre, desde hace 26 años, Colombia celebra el mes del Patrimonio. Y en el transcurso de ese mes las alcaldías, Mincultura y otras entidades públicas se dedican a reflexionar sobre la importancia de salvaguardar y proteger el patrimonio.

Sin embargo, la mejor forma de entender el panorama de esa suma de bienes y manifestaciones que conforman el activo cultural del país y su gente son las propias historias; los problemas y absurdos con los que tienen que lidiar cada día quienes le ponen el pecho a la defensa del patrimonio.

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Una de esas historias es la de la casona de 100 años que da glamour a Maracaibo, diseñada por Agustín Goovaerts, el belga cuyo genio dotó a Antioquia de una arquitectura de talla mundial que hoy pervive en iglesias majestuosas en pueblos, mansiones y el Palacio Rafael Uribe Uribe.

En esa casa que la familia Piedrahíta le encargó al inquieto Gooaverts, entre finales de la década del 10 y mediados de los 20, funciona desde hace una década la Casa Centro Cultural, uno de los pocos lugares en Medellín donde realmente cabe todo el mundo.

El pasado 31 de agosto el Centro Cultural denunció que la empresa Claro había instalado un dispositivo sin autorización en la fachada de la casa que tiene declaratoria como Bien de Interés Cultural municipal. Taladró la fachada de granito y alteró así los valores arquitectónicos y patrimoniales de la casa. Los integrantes de la Casa ni siquiera supieron en qué momento instalaron dicho equipo, pues solo lo advirtieron cuando adelantaban algunas intervenciones que buscan, precisamente, restaurar y conservar la casona.

El pasado viernes, luego de que EL COLOMBIANO consultara sobre el caso a la empresa, una cuadrilla acudió finalmente y desmontó el dispositivo. Desde la compañía señalaron que vienen ejecutando unos proyectos de fibra óptica en el Centro de Medellín “con el objetivo de mejorar la conectividad en la zona, para la ciudadanía y el comercio”, y que en este caso “el personal del aliado desconocía la particularidad y condición patrimonial”.

Dispositivo instaurado por Claro sin autorización. FOTO: CORTESÍA
Dispositivo instaurado por Claro sin autorización. FOTO: CORTESÍA

Solucionado el asunto, queda la reflexión, según expuso Juan David Belalcázar, director de este centro cultural, sobre los enormes desafíos que implica salvaguardar el patrimonio, así como la necesidad de lograr una mayor divulgación y visibilización no solo del inventario del patrimonio arquitectónico de la ciudad sino sobre los usos y proyectos alrededor de estos.

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En este caso hay una historia interesante y variopinta en torno a la centenaria edificación. Después de su etapa como casa de familia, fue instituto de educación informal, sede de un famoso restaurante llamado la Posada de la Montaña y en 2002, cuando el internet era un servicio de lujo, un bogotano con visión abrió allí el más grande café internet de Medellín. Las famosas Cabinas de Maracaibo, con sus 160 computadores y sus puertas abiertas de 24/7 se convirtieron en un lugar de culto en la Medellín de la primera década del siglo XXI. Fue refugio para noctámbulos y estudiantes urgidos, para fiesteros que aguardaban las primeras luces del día y el primer metro.

Hace ocho años, convirtieron la casa en una sede cultural, y aunque mantuvieron parte del café internet, convirtieron los salones en galerías, salas de teatro y conciertos.

Cuenta Juan David que incluso cuando dejó de ser café internet mantuvo la característica que lo convirtió en un sitio raro en una ciudad que se apaga temprano. Las puertas siguieron abiertas cada día las 24 horas, hasta que llegó la pandemia. Fueron 18 años en los que esas puertas ni siquiera entornaron. Tanto así que el día que fueron a ponerle los candados descubrieron que se habían deformado de tanto estar abiertas.Y aunque la pandemia los obligó a establecer horarios y hacer varios cambios para mantenerse a flote, Juan David enfatiza que la apuesta por la cultura y el patrimonio sigue siendo grande.

Con los recursos y las propias capacidades que les deja la oferta cultural han logrado, poco a poco, intervenir pisos, zócalos y puertas. Un acto de rebeldía por mantener vivo un lugar diferente en una ciudad cada vez más homogénea. De manera que si esta nueva cicatriz en su fachada por cuenta de la intervención irregular sirve como excusa para hablar de una de esas joyas ocultas que ofrece la ciudad, bienvenida sea.

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