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El Centro de Medellín es un inodoro a cielo abierto

La oferta de baños públicos es casi nula para el 1,2 millones de personas que caminan sus calles todos los días. Las promesas se han quedado en el papel.

  • Las ceibas bongas del Parque Bolívar son utilizadas como orinales. Allí hay dos baños portátiles mal aseados. FOTO esneyder gutiérrez
    Las ceibas bongas del Parque Bolívar son utilizadas como orinales.
    Allí hay dos baños portátiles mal aseados. FOTO esneyder gutiérrez
  • Estos son los baños portátiles que ayudan a mitigar, pero no son una solución de fondo. FOTO esneyder gutiérrez
    Estos son los baños portátiles que ayudan a mitigar, pero no son una solución de fondo. FOTO esneyder gutiérrez
14 de marzo de 2023
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El olor a mierda y berrinche en el Centro de Medellín no es algo nuevo, pero desde hace un tiempo se salió de control. En los bajos del parque Berrío, comentan por ahí, están los baños más bonitos de la ciudad: algunos se acuclillan, sin mucho escrúpulo, para dar del cuerpo mientras observan los murales de Pedro Nel Gómez. “¿Baños públicos?” Se pregunta una funcionaria de Espacio Público en la entrada de la Plaza Botero. “Por acá no hay”, se responde ella misma.

Hace poco más de un mes se instalaron los baños portátiles que se habían retirado el año pasado. Estos hacen parte de un contrato anual de la Secretaría de Seguridad. Son una parte de la solución, pero su resultado es muy exiguo. Desde la Alcaldía informaron que instalaron en total 22 baterías sanitarias en las que inviertieron $500 millones. Están repartidas así: 5 en el Parque San Antonio, 2 en la Veracruz, 3 en el Parque Berrío, 2 en el Parque Bolívar, 2 en la Avenida del Ferrocarril con Colombia, 2 en la Plaza Botero, 2 en el Parque del Periodista, 2 en la Avenida de Greiff y 2 en el Parque de las Luces.

En el parque Bolívar hay dos. Cuando los abren, un olor intenso a amoniaco y podredumbre se apodera del lugar. A solo unos metros, una señora se tapa la nariz, arrugando el ceño, y dice que desde el viernes no les hacen mantenimiento. “Da igual si están o no están, porque se llenan muy rápido y los cierran muy temprano. En la noche se orinan y ensucian en las jardineras. La verdad es que de muy poco sirven”, comenta una vendedora del sector.

Un caso particular es el de la plaza Botero, que hoy está cercada. Desde CorpoCentro, la corporación que reúne a los comerciantes de la comuna 10, han pedido que, ahora que la administración se interesó por la plaza, piense en los baños públicos. Este es uno de los sitios más turísticos y concurridos de la ciudad y no tiene ni un baño público, siquiera portátil, en su perímetro.

El cerramiento ha ayudado a mejorar el olor de la plaza, pues los jardines ya no son los sanitarios de muchos, pero los venteros y los que viven del lugar son los que más padecen. “Lo que ganamos acá lo perdemos yendo al baño. Tenemos que ir a una cafetería, donde nos cobran mil pesos la entrada. Haga cuentas de las veces que va uno al día”, dice Alberto Ávila, líder de los comerciantes informales.

Estos son los baños portátiles que ayudan a mitigar, pero no son una solución de fondo. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> esneyder gutiérrez</span></b>
Estos son los baños portátiles que ayudan a mitigar, pero no son una solución de fondo. FOTO esneyder gutiérrez

Y ese escenario se va repitiendo casi que en toda la comuna. En el viaducto del metro, cerca a la avenida de Greiff, los venteros dicen que tienen que orinar en un casino donde no les cobran. Cuando llegan en las mañanas tienen que limpiar el sitio que, ante la ausencia de baños, es utilizado como tal. “Yo por eso ando con escoba y agua, porque en la noche dejan esto todo orinado y cagado y hay que limpiarlo”, dice uno de los vendedores.

Una situación casi idéntica se encuentran los comerciantes en Guayaquil cada día. En la noche, en el Parque de las Luces se concentran decenas de personas a consumir licor y drogas. Cuando los comerciantes llegan a abrir las persianas de los locales se encuentran con una escena lamentable: “Encontramos materia fecal en las jardineras y fuera de ellas. Estos baños portátiles solo funcionan de día y de noche es que ellos se concentran acá. Los cierran los sábados, los días que más hay gente. Pedimos, y ya radicamos un derecho de petición, para que al menos los pongan a funcionar los sábados”, dice Daniel Manzano, director ejecutivo de Asoguayaquil.

Promesa incumplida

En febrero del año pasado, la entonces gerente del Centro, Mónica Pabón, anunció que había un plan para poner baños públicos en la comuna. La idea radicaba en la falta de baños públicos en un territorio que caminan 1,2 millones de personas cada día. Sin embargo, pasado un año, la idea naufragó. “No fue viable porque para los privados no es posible sostenerlos. El costo es elevado y no alcanza”, explica Manzano.

Hoy las opciones de encontrar un baño en el Centro son muy reducidas. En San Antonio también funcionan unos baños públicos que amortiguan la contaminación de desechos humanos que afecta a esta concurrida zona. Su costo, sin embargo ($800 por persona), deja por fuera a gran parte de la población que puede necesitar el servicio.

El problema se hace más grave con el crecimiento de la población que habita la calle. Según la Secretaría de Inclusión Social, los habitantes de calle incrementaron 150% en la ciudad en solo tres años y hoy se calcula que son cerca de 8.000.

Desde 2019 la Agencia APP trabaja en la idea de sacar adelante un proyecto que permita la construcción de una red de unidades sanitarias y dispensadores de agua ecológicos de última generación, pero hasta ahora no hay privado que se le mida por el miedo de que estos espacios acaben deteriorados en un abrir y cerrar de ojos.

En el Centro, se ha dicho hasta la saciedad, convergen todos los problemas de la ciudad. Hoy el mal olor es penetrante, incluso insoportable en varios lugares. Y lo peor es que no se avizora solución.

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