En una de las mesas donde hace sus tareas escolares don Elkin Colorado Álvarez tiene un volante en el que ofrece uniformes de colegio. Sin embargo, es en ese papel –que en otros aspectos podría pasar desapercibido– donde está escrita una frase de Albert Einstein que bien podría ser el resumen de este artículo: “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”.
A pedido de EL COLOMBIANO, Don Elkin lee la frase en voz alta aún en medio de una penumbra. Lo hace de corrido, con una particular entonación casi ceremoniosa. Al hacerlo se le siente un dejo de orgullo y de aprobación. Y cómo no sentirlo si tal vez –con sus 78 años a cuestas– él sepa muy bien a que se refiere la idea del inmortal físico, toda vez que posiblemente sea uno de los escolares más longevos de Medellín.
Así como él, en Medellín hay 8.759 alumnos de los Ciclos Lectivos Especiales Integrados también conocidos como CLEI, una modalidad educativa para jóvenes, adultos y adultos mayores con la que las autoridades buscan engancharlos para que finalicen su educación básica y media.
Pero no solo estudian en Medellín. En 16 colegios de Bello son 1.224 los matriculados entre los 25 años y los 90 años en 16 instituciones educativas. Por su parte, en Envigado, sus alumnos son 12, siendo el más longevo un señor del barrio Florida con 68 años.
Sin embargo, la educación de este tipo de estudiantes en la ciudad es mucho más antigua. Desde 1956 el Liceo Nocturno de la Universidad de Antioquia ya asumía esta tarea (hasta 2016 que cerró sus puertas); y lo propio hacía la Alcaldía de Medellín desde 1971 con el Instituto Nocturno del Centro.
Hoy en día, al menos en Medellín, son 49 las instituciones educativas públicas que acogen a estos estudiantes que van desde los 18 años hasta más allá de los 78, como don Elkin, e incluso más años. La mayoría de ellas, 43 para ser exactos, lo hacen en horario nocturno de lunes a viernes. Las restantes seis en las jornadas de los sábados. Todas mantienen las puertas abiertas de par en par para seguir recibiendo a alumnos interesados como don Elkin.
Volver al colegio casi 70 años después
La historia de don Elkin podría ser como la de cualquier abuelo de la ciudad. Él es parte de un hogar de ocho hijos afincado en el barrio Aranjuez donde ha transcurrido toda su vida. Como era lo habitual años atras, luego de cursar la primaria en el colegio Francisco Miranda en Las Esmeraldas –hace ya siete décadas– don Elkin sintió que estaba listo para enfrentar el mundo con lo aprendido.
“Mis hermanos sí siguieron estudiando y hasta profesionales se volvieron, pero yo no quise seguir. Aunque yo siempre me he capacitado. Hice curso en litografía con elque aprendí el arte con el que me 'defendí' toda la vida. También estudié algo de mecánica Industrial, calzado y hasta manejo de computadores y marketing digital. Uno trata siempre de meterse a estudiar de todo”, añadió con su peculiar voz que parece la de un cantante de la vieja escuela.
Así, entre los agites y los cursos se le fue la vida a don Elkin quien pensaba que no iba a pasar de los 60 años. Tristemente, al igual que muchos adultos mayores de la ciudad, trabajaba del día a día, por lo que al final de cuentas nunca se pudo pensionar. Hasta hoy sigue “marañando” para rebuscarse. A raíz de su situación, él se convirtió en uno de los beneficiarios del Centro Vida de Moravia, al que él define con agrado como “una escuela” pues allí aparte de alimentación recibe hasta clases de actividad física para mantenerse lúcido y fuerte como el roble como el que es hoy.
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Sin embargo, para ir al Centro Vida, don Elkin debía pasar todos los días por la misma escuela de la que salió hacía tantos años: la Francisco Miranda.
“Yo pasaba todos los días por el colegio y miraba pa’ dentro, y me daban esas ganas como de volver a querer entrar.... A la final me animé el año pasado. Nunca pensé que al colegio del que me fui en 1955 iba a volver en pleno 2024”, señaló don Elkin, hoy en día flamante estudiante del noveno grado con uniforme y todo.
“¿Qué si hay retos al volver a tomar el lápiz y el cuaderno a los 78 años? ¡Todos!” dice.
Para empezar –como en todo gran reto– no faltaron los incrédulos. “La gente me decía o todavía me dice que si me embobé o que si me enloquecí porque me ven de uniforme escolar. Pero yo no les paro bolas, ya me metí en este cuento” dice resuelto.
Otro asunto fue compartir aula con estudiantes que en algunos casos don Elkin les cuadruplica la edad. “Mis compañeros son pelaos y las conversaciones son muy diferentes, pero aun así no se meten con uno. A veces hasta me ponen a jugar fútbol con ellos, pero juego con mucho cuidado porque usted sabe, uno a esta edad....”, añadió.
Y por último, está el tema de volver a retomar temas de estudio. “En inglés me va bien y en 'castellano' también porque me gustan mucho. De pronto en álgebra sí me da duro pero es porque yo nunca vi eso. Pero de resto... ¡Sí, soy buen estudiante! Es que uno con la experiencia de la vida se desenvuelve en lo que le falte”, dijo. Y razón no le falta, pues a estas alturas del partido don Elkin ya debió haber aprendido que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Nunca es tarde para volver a aprender
Como don Elkin son casi 9.000 los alumnos “extraedad” de la ciudad, cada uno con sus historias, sus motivos por los que dejaron de estudiar, pero también con unos bríos intensos por culminar sus estudios.
De acuerdo con la Secretaría de Educación de Medellín, entre los principales motivos por los que estos alumnos dejaron de ir al colegio están responsabilidades familiares, el embarazo juvenil, la necesidad de buscar trabajo siendo muy jóvenes, problemas de salud y de orden público, así como falta de motivación para continuar estudiando.
Pero también, estas personas hoy en día tienen las ganas de retomar y finalizar sus estudios por medio del servicio de Educación para Jóvenes y Adultos.
Una de estas personas es Lina Castaño, quien a sus 51 años cursa su décimo grado en el colegio Gilberto Alzate Avendaño también en Aranjuez. La historia de ella es bastante particular.
Ella retomó cuando tenía cerca de 30 años. La cuestión es que en las vísperas de su graduación, la Secretaría de Educación notó que el colegio donde ella estudiaba no estaba acreditado para ofrecer el bachillerato. En síntesis, perdió tres años y volvió a quedar en el mismo grado.
Años después volvió a animarse a estudiar y esta vez tiene el firme propósito de terminar. Su mayor motor es su familia, sobre todo su hija que estudia en el mismo colegio. Hoy Lina mira al futuro y anuncia que quiere seguir estudiando para convertirse en enfermera.
“En mi salón estoy muy contenta porque son muy buenas personas, me tratan bien y eso influye mucho en la permanencia de uno”, añadió.
Otro caso es el de Ana Bedoya y el de Sandra Milena, de 41 años y 32 años, respectivamente. Ellas abandonaron sus estudios para dedicarse al cuidado de sus hijos. Ahora que ellos crecieron, les alientan para conseguir el cartón que las avale como bachilleres.
“Mi hija dejó de estudiar, pero la animé para que volviera. Es que, pese a todo, estudiar así es una experiencia diferente porque cuando uno es ‘pelao’ no le para tantas bolas. Pero uno ya mayor valora más las enseñanzas”, comentó Sandra.
Pero no todos son mayores en los CLEI, también hay jóvenes que la vida educativa les da una segunda oportunidad. Dos de ellos son María Camila Ríos y Juan José Nieto, ambos de 17 años. Ella retomó sus estudios luego de que se diera cuenta –a “las malas”– de que el horario nocturno le favorecía más para estudiar “En la noche entiendo más fácil las cosas que explican”, narró.
Él, que cataloga estudiar en la nocturna como un sueño, agradece el apoyo que una tía le brinda desde el exterior para retomar el bachillerato para poder migrar junto a ella.
“Espero aprender de los profes, pero también las personas que hay acá, porque los mayores dan otras enseñanzas como que nunca es tarde para aprender y que se debe confiar en las capacidades propias”.
Ambos son los representantes del grupo y tratan de mantener en lo posible el grupo de 25 alumnos cohesionado y sin que la gente falte mucho a clases. “Los incentivamos que así estén cansados o esté lloviendo vengan a clase, porque es maluco que un profe tenga toda la actitud de enseñar pero no haya estudiantes. Pero en este grupo las faltas son mínimas”, comentaron.
Siempre hay puertas abiertas
Según la profesora Luz Adriana Cardona, el proceso de los alumnos que ingresan a CLEI inicia cuando estos comienzan a buscar los cupos en cualquiera de los colegios de la ciudad y posteriormente se hace una validación de sus conocimientos para saber en qué grado reiniciarán sus estudios.
“Desde octubre empezamos a dar cupos. Hemos hecho fuerza sobre todo con los papás de los alumnos de las jornadas regulares toda vez que sabemos que varios no han terminado sus estudios. Al inicio siempre vienen a preguntar ‘graneaditos’. De 10 a 15 a la semana. Pero ya entre enero y febrero empiezan a venir muchos más, hasta 40 hemos tenido”, añadió.
La oferta es tan amplia y para todo tipo de personas que de hecho hay un grupo de estudiantes “extraedad” que es para población sorda, una oportunidad más que única para este tipo de ciudadanos.
Pero no solo los estudiantes se preparan, los “profes” también deben pasar por exámenes de idoneidad que evalúan sus capacidades. Además, el currículo se basa en competencias para la vida, y en programas educativos contextualizados que respondan a las necesidades de estos alumnos tan particulares y que les motiven a seguir aprendiendo.
A los alumnos del Gilberto Alzate se les acaba el descanso y antes de irse le mandan un mensaje a toda la gente que aún no se anima a reiniciar sus estudios.
“Que no piensen en los comentarios negativos de la gente, que nada les importe y que confíen en el proceso. Sepan que nunca es tarde para salir adelante y cumplir los sueños. Es mejor decir 'lo intenté y lo hice así fuera un poco tarde' a no haberlo hecho nunca. Desde que todo se haga con fe y corazón se sale adelante”, comentaron.
Llamado a los empresarios
Por su parte, que este artículo también sirva para que los empresarios de la ciudad tengan en cuenta a esta población una vez termina sus estudios para que se enganchen a las compañías por medio de ofertas laborales, pues aún tienen mucho que aportarle a la región con sus nuevos conocimientos. Pues de nada sirve un joven o un adulto con el bachillerato terminado, pero con el futuro incierto.