Por unas horas, Washington pareció un campo de guerra. Por el cielo cruzaban aviones caza F-35, capaces de volar a 1,5 veces la velocidad del sonido; en la tierra, cerca de 300 militares permanecían formados y el Monumento a Lincoln estaba escoltado por dos tanques de guerra de 10 metros de longitud.
El centro de la escena estaba el presidente Donald Trump, en el mismo lugar en el que hace 56 años Martin Luther King comenzó su discurso en nombre de la igualdad diciendo: “Yo tengo un sueño”. Esta vez, sin embargo, las palabras pronunciadas por el mandatario republicano, en medio de las ovaciones de sus seguidores que se resguardaban de la lluvia con banderas de Estados Unidos, hablaban sobre todo de poder.
“Los cielos pertenecen a los Estados Unidos de América”, dijo, mientras las aeronaves sobrevolaban el capitolio. Su discurso, que repasó la historia de victorias militares de su país –contra los ingleses en su independencia, y contra los alemanes en las Guerras Mundiales– cerró con algo similar a una promesa: “¡El espíritu de América nunca se desvanecerá, nunca fallará, sino que reinará por los siglos de los siglos!”.
Intimidación o propaganda
Las calles de la capital de Estados Unidos no veían un discurso ni un despliegue de fuerza de este tipo en un día de la independencia desde hace casi medio siglo.
En 1970, el entonces presidente Richard Nixon también rompió la tradición civil de esta celebración y, en medio de las críticas de la población por la Guerra de Vietnam, llevó a cabo una celebración con aire militar a la que también invitó a comediantes como Dick Gregory.
Este, según cuenta el diario Washington Post, declinó la propuesta con una sentencia que sigue vigente: “Una celebración en la capital de nuestra nación el 4 de julio no puede ser un evento políticamente neutral”.
También en esta ocasión, los críticos del evento de ayer consideraron que el presidente estadounidense convirtió la independencia de Estados Unidos en el “día de Trump”.
El senador demócrata Chuck Schumer dijo a través de Twitter que el ego del mandatario “es tan grande que celebrará este mitin de campaña del 4 de Julio en un desesperado grito de atención”.
Como explica Emilio Viano, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Washington, “uno de los aspectos positivos de la ideología fundante de Estados Unidos es que los militares han estado tradicionalmente a la sombra”.
A diferencia de otros países como Francia, Rusia o la propia Colombia, en Estados Unidos la celebración de independencia se enfoca esencialmente en una fiesta con fuegos artificiales.
La decisión de Trump de cambiar el tono, más que una amenaza para sus enemigos en medio de las tensiones con Irán y China, sería un mensaje para los propios estadounidenses en medio de su cruzada por la reelección en 2020.
Como señala Sebastián Bitar, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de los Andes, “el resto del planeta sabe que Estados Unidos tiene la fuerza militar más grande, no necesita verla desfilando por las calles de Washington para entenderlo”.
Campo de batalla
Antes de que iniciara el espectáculo de Nixon en 1970, los manifestantes volcaron un camión de helados e inició un enfrentamiento con la Policía antidisturbios. “Parece Vietnam, ¿no es así?”, dijo en su momento el maestro de ceremonias, según el Washington Post.
Ese ambiente bélico volvió al centro de Washington ayer. Horas antes que desde su tarima Trump hablara de la unidad del pueblo estadounidense, cerca de una docena de personas a favor y en contra del mandatario se enfrentaron en los alrededores del Memorial Lincoln y, en medio de la disputa, los detractores de Trump quemaron una bandera de Estados Unidos.
Ese, según Bitar, fue el efecto real del show construido por el presidente ayer. Acentuar las diferencias, reforzar a cada bando en su propia orilla como una forma de replicar la escalera que lo llevó al poder en 2016