A poco más de 800 kilómetros de Cúcuta, Héctor ‘Niño’ Guerrero hila los movimientos de sus hombres. Entre 2.000 y 2.700 obedecen sus órdenes, le envían recados y reciben mensajes directos para delinquir.
Alias Niño hizo de la celda en la que está recluido, en la cárcel de Tocorón, en Aragua, en el centro-norte de Venezuela, una oficina de crimen organizado transnacional. Desde allí entreteje las alianzas que han hecho de la banda que lidera, Tren de Aragua, una megaestructura con tentáculos que ya están en Colombia.
“Es la megabanda criminal más grande de Venezuela. Se ha notado su presencia en Brasil, Ecuador, Perú y fundamentalmente en Colombia, en la frontera entre Táchira y Norte de Santander, especialmente en Cúcuta”, dice Luis Izquiel, profesor de Criminología de la Universidad Central de Venezuela: “Allí actúan como una especie de célula”. Y desde julio de 2019 los colombianos comenzaron a escuchar de este grupo criminal.
El coronel José Luis Palomino López, entonces comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc), informó de la captura de ocho hombres, todos de nacionalidad venezolana, que harían parte de esta estructura criminal. Según dijo, los detenidos llevaban más de siete meses siendo parte de el Tren de Aragua, operando en Villa del Rosario, municipio del área metropolitana de Cúcuta.
“Sabemos que con el cierre de la frontera entre Venezuela y Colombia, que cumple 6 años, las trochas son la única alternativa de cruce de un país a otro, lo que genera una economía ilegal. Hay varios grupos que se disputan el control de esas trochas y el Tren de Aragua compite con algunos de ellos, como el Eln, ‘los Rastrojos’ y las disidencias de las Farc”, dice Izquiel. Y advierte: “Así se involucra en la economía del contrabando y del narcotráfico”.
En la zona fronteriza entre Táchira y Cúcuta tienen su mayor fortaleza. Fue, de hecho, en Villa del Rosario donde el ministro de defensa colombiano, Diego Molano, ordenó a la Policía reforzar su presencia el pasado 7 de abril, ante el enfrentamiento entre elenos e integrantes del grupo venezolano. “Normalmente, cuando se piensa en trochas, se cree que están lejos de la ciudad, pero hay trochas, por ejemplo, a cinco minutos de donde ocurrió la explosión el pasado jueves”, señala Kenny Sanguino, investigador de la Universidad Libre de Cúcuta, y agrega: “Ya están bajando, no solo hasta Norte de Santander sino también hasta Arauca. En estas zonas son actores fundamentales”.
La presencia de esta megabanda complica aún más un panorama de seguridad ya difícil. En Arauca, por ejemplo, murieron cinco soldados colombianos el pasado 11 de septiembre en un atentado del Eln. Según dijo en cadenas radiales Mauricio Zabala, general y comandante de la Octava División del Ejército, los elenos “contratan por 200.000 pesos a venezolanos. Vienen, los ingresan a territorio colombiano, lanzan una granada y luego regresan a territorio venezolano”. Esto, explicó, con el objetivo de distraer a la fuerza pública.
Con el Eln, los Rastrojos, los Gaitanistas y las disidencias del Frente 33 de las Farc, la situación de seguridad en la frontera con Venezuela está lejos de la tranquilidad