“Ellos van a hacer la simulación de que convocaron a un referendo y que los opositores no tenían los números, pero ya hemos alertado al país que eso es un acto de imposible e ilegal ejecución. Es como colocar 200 litros de agua en una botella de un litro”. Así comienza César Pérez Vivas, promotor del referendo revocatorio a Nicolás Maduro, el relato sobe la jornada que vivirá Venezuela este 26 de enero.
Vivas y un grupo de opositores se articularon en el Movimiento Venezolano por el Revocatorio (Mover) con un único objetivo: tener una iniciativa sin partido y con la misión de intentar sacar del Palacio de Miraflores a Maduro, mediante la vía democrática, con un revocatorio amparado en la Constitución y lejos de la vía armada que otros de sus detractores pusieron sobre la mesa.
Hicieron la tarea completa. Anunciar la intención del revocatorio, inscribirse ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) con un documento que citó el artículo 72 de la Constitución y otras normas que amparan la figura democrática que, en teoría, está en la legislación venezolana, y permanecieron en conversaciones con las otras oposiciones para gestionar más votos contra el heredero de Hugo Chávez.
Pero el régimen asestó un golpe al referendo sin que este consiguiera recolectar la primera firma. En la noche del 21 de enero el CNE anunció que sus magistrados aprobaron la convocatoria a las urnas, pero le otorgaron un plazo de solo 12 horas para conseguir más de 4,2 millones de firmas en todo el territorio nacional.
Como si fuera poco, anunciaron la fecha con apenas cinco días de antelación. Por ese motivo, ese lapso se surte este miércoles 26 de enero: desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde estarán dispuestos apenas 1.200 centros de votación presenciales para los 335 municipios, en los 23 estados. Cada uno de estos tiene que recolectar apoyos equivalentes al 20% de su población electoral. Si alguno no lo consigue, la iniciativa se cae.