Mientras Rusia busca reivindicar su influencia como líder regional, Corea del Norte intenta conseguir oxígeno ante el cerco de sanciones que Estados Unidos tiene en su contra. Con dos agendas y una frontera que alcanza los 19 kilómetros, Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, y Kim Jong-un, gobernante de Norcorea, participaron ayer en el primer encuentro bilateral de la historia.
A pesar de ser vecinos y de que llevan cerca de ocho años como mandatarios (Jong-un desde 2011 y Putin desde 2012, después de que se alejó del poder por cuatro años) jamás habían sostenido una cumbre de este tipo. Se trata de dos países que tienen una cercanía histórica: en 1948, la entonces Unión Soviética fue la primera en establecer relaciones diplomáticas con Norcorea, tras la división de Corea. “Buscaron una alianza con Stalin, estuvo muy ligada a su modelo económico y en la política internacional”, recuerda Jorge Villalón, profesor de historia de la Universidad del Norte.
Aunque los tiempos han cambiado, su proximidad se mantiene. “La conexión es casi un matrimonio natural porque los dos necesitan legitimidad”, asegura Jochen Klein, profesor de la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Lo que busca la cumbre
El encuentro se da en un contexto en el que la relación de Norcorea con Estados Unidos está bloqueada por la falta de acuerdo sobre la desnuclearización de la península. Datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo indican que el régimen de Kim tiene 20 ojivas nucleares que preocupan a occidente. Las sanciones económicas impuestas por esta actividad comienzan a sentirse en el país.
Por este motivo, Juan Nicolás Garzón, profesor de la facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, explica que Norcorea “busca oxígeno económico en un contexto en el que las sanciones cobran un peso mayor” y concluye que cada uno se está “jugando sus cartas geopolíticas”.
La crisis de ese país se agravó desde agosto de 2017, cuando China, que era su principal comprador, prohibió la importación de carbón, hierro, plomo y pescado norcoreano.
“Ante una menor entrada de divisas Kim puede intentar vender a Putin para tener un respiro”, indica Mario Aller San Millán, docente de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, y hace hincapié en que este acercamiento no significa el regreso a las alianzas del pasado.
La compleja relación con Estados Unidos es un factor común. Sin embargo, a pesar de las diferencias del bloque occidental con las políticas de Putin, en Norcorea podría existir un punto de enlace. Así lo reconoce el internacionalista ruso y profesor de la Universidad Icesi de Cali, Vladimir Rouvinski, quien asegura que el interés de Rusia responde a los esfuerzos de la comunidad internacional para buscar una solución al problema nuclear. “Quiere mostrarse como un puente”, afirma el experto.
Existe un elemento más: en Rusia hay trabajadores norcoreanos que tendrían que dejar el país para finales de este año porque una de las sanciones que Naciones Unidas ha impuesto a Norcorea impide contratar a personas provenientes de este país, debido a que estas envían divisas que ayudan a sostener al régimen.
Entonces, con la soga al cuello en asuntos económicos, Kim Jong-un espera encontrar una salida a la crisis en una cumbre que marca la estrategia de dos países que preocupan a occidente.