Yemen, país enclavado en el sur de la Península Arábiga, que trascendió en las noticias de actualidad por ser el lugar desde donde se planearon los atentados de Charlie Hebdo en Francia, es hoy un hervidero. Sin que bastara el conflicto civil existente desde hace décadas en la nación, ni la presencia de estructuras terroristas en su territorio, ayer tuvo lugar una nueva ofensiva para derrocar al gobierno del suní Abdo Rabu Mansur Hadi.
La milicia rebelde chií de los hutíes tomó control del palacio presidencial, en Saná, la capital. Las versiones que ganan fuerza es que la ofensiva se produjo poco después de una enconada discusión entre la guardia presidencial y un grupo de rebeldes que se encontraban cerca de la edificación, verificando un alto al fuego que solo llevaba un día de firmado.
Horas después, los rebeldes asediaban y bombardeaban la residencia privada de Hadi, que está rodeada de edificios altos, lo que ha facilitado este objetivo. No obstante, al cierre de esta edición no se ha sabido de la suerte del presidente yemení ni si sus fuerzas lograron responder a la acción de los insurgentes.
Lo cierto es que, en la historia de Yemen, pocos años ha habido de paz, y no se ve en absoluto que la situación que enfrenta el fragmentado país pueda mejorar al corto plazo. Durante décadas la mayor preocupación (la misma que ahora sigue minando los propósitos de avanzar a la nación más pobre de la Península Arábiga), fue la separación entre norte y sur, así como entre chiíes y suníes.
Víctor de Currea-Lugo, experto en conflictos globales y colaborador de Le Monde Diplomatique, explicó a El Colombiano las causas de esa dificultad de los yemeníes para construir patria:
“Yemen ha tenido un problema histórico de edificar y definir qué es el país. Inicialmente hubo un Yemen del Norte y otro del Sur, el primero capitalista y el otro socialista. Ni el uno pudo asegurar el progreso y riqueza, ni el otro garantizó la equidad, por lo que ambos proyectos de nación fracasaron”.
“Luego se intentó hacer la unificación, pero por el momento esto no se logró en absoluto. Hay varias razones: No se han resuelto las tensiones entre norte y sur; El país se convirtió en un lugar ideal para Al Qaeda; y por último la mal llamada Primavera Árabe no logró evitar el enfrentamiento entre suníes y chiíes, entre regiones, y entre tribus. Es un acumulado de errores”, argumentó.
Las raíces del grupo rebelde que hoy quiere para sí el poder, en esa fragmentada República, se remontan a 1992, cuando entonces se llamaba Juventud Creyente, fundado por Muhammad al Hutí. Pero este no tomaría su nombre actual sino hasta 1994, cuando su hermano, Husein Badrudin al Hutí, fue dado de baja por las autoridades.
Hoy miércoles, y si el gobierno yemení no puede reaccionar con la suficiente contundencia como para evitar su derrocamiento, los hutíes habrán logrado tal vez su mayor objetivo. Pero nada va a cambiar en esta nación.
“El conflicto seguirá encapsulado geográfica y políticamente, por lo que un cambio de régimen no significaría mucho”, añadió De Currea. La guerra continuará germinando y Al Qaeda seguirá viviendo en el país ideal para planear el terror.