Un documento de 2,6 millones de palabras, cuatro veces más extenso que “Guerra y Paz”, de León Tolstói, tiene en aprietos al exprimer ministro británico, Tony Blair (1997-2007).
Tras siete años de investigación y de obstáculos para acceder a la información y publicar, una comisión liderada por el diplomático inglés John Chilcot, entrevistó a 150 testigos y procesó 150.000 documentos que dieron fruto al “informe Chilcot”, el mismo que le da vuelta al mundo con acusaciones incómodas.
El compendio condena a Blair por enviar tropas británicas a la invasión estadounidense de Irak en 2003 sin agotar las opciones pacíficas para el desarme de ese país, como lo sugería Naciones Unidas.
Plantea además que “Blair exageró deliberadamente la amenaza planteada por el régimen iraquí” e ignoró las advertencias sobre las posibles consecuencias de la acción militar, por parte de los servicios de inteligencia. “Los juicios sobre la capacidad de Irak (...) se presentaron con una certeza que no se justifica”, reza el informe.
El comité consideró de igual forma que, contrario a lo que Estados Unidos y Reino Unido planteaban, a Irak le habría tomado cinco años producir suficiente material para crear un arma nuclear, y por lo tanto una estrategia de contención podría haber sido la más conveniente.
Mientras antiguos combatientes y los familiares de los soldados británicos muertos en la guerra de Irak indicaron que tratarán de procesar a Blair, al que responsabilizan de un conflicto que califican de “ilegal”, la respuesta del líder fue clara: “Voy a asumir toda la responsabilidad por cualquier error, sin excepción o excusa. Al mismo tiempo, diré por qué, sin embargo, yo creo que fue mejor sacar a Sadam Hussein porque no creo que esta sea la causa del terrorismo que vemos hoy”.