En la sala del palacete suizo Villa La Grange todo estaba calculado. Desde la temperatura, graduada en 18 exactos grados centígrados, hasta la ubicación de la mesa, el color del mantel y el desinfectante, con olor y sin olor. De poco más de cuatro horas, de un saludo corto al ingreso y de sendos comunicados a la salida, Joe Biden y Vladimir Putin cumplieron detalle a detalle el cortejo de la diplomacia.
Sin sobresaltos en la coreografía, la primera cumbre entre Estados Unidos y Rusia en la era Biden no movió un ápice las líneas rojas contra las que ambas naciones han chocado durante los últimos años. Aún así, “León Tolstoi una vez dijo: ‘No hay felicidad en la vida, solo hay destellos de ella’”, citó Putin al final, “(...) creo que hemos visto algunos destellos”. Pequeñas fugas que no revelan la boca al final del túnel, pero tal vez sí un camino más claro hacia ella.
“La reunión bilateral es positiva. Siempre es bueno que miembros permanentes del Consejo de Seguridad hablen y planteen sus diferencias y puntos de encuentro”, resume el internacionalista de la Universidad Externado, Rafael Piñeros. Las dos potencias nucleares llegaron a la cumbre con una historia de enfrentamiento a cuesta y un presente repleto de acusaciones de espionaje, de ataques cibernéticos y violaciones de derechos humanos. Al final, si bien los reclamos continuaron, hubo espacio para halagos.
“Las conversaciones fueron absolutamente constructivas”, dejó ver el líder ruso en su rueda de prensa, a la vez que anunciaba la intención de ambas naciones de regresar a los respectivos embajadores a sus capitales, el que podría ser el acuerdo más claro de la cumbre. A pocos metros de distancia, en otro salón, el norteamericano calificaba las conversaciones de “positivas”. Ambos evitaron utilizar sentencias como “éxito” o “fracaso”, palabras demasiado fuertes para lo que más bien podría ser un inicio o un final.
“La política internacional es lenta”, explica Alejandro Bohórquez, profesor de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, “es muy probable que estemos viendo el cierre de unos procesos y el inicio de otros”. Aquellos que comiencen tendrán no solo que responder a un pasado de desconfianza mutua, también a un mundo donde ambas potencias no son las únicas voces del escenario internacional.
Un mundo multipolar
“Creo que lo último que quiere ahora es una Guerra Fría”, aludió Biden a los deseos de Putin al final del encuentro. “La intención clara que mostraron ambos mandatarios de evitar repetir una confrontación de ese tipo en pleno sigilo XXI es muy valiosa”, opina Piñeros. Allí mismo, en Ginebra, antecesores de ambos líderes se habían encontrado en escenarios mucho más complejos.