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Valiente: la princesa imperfecta

  • Valiente: la princesa imperfecta | FOTO CORTESÍA
    Valiente: la princesa imperfecta | FOTO CORTESÍA
27 de julio de 2012
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Cuando en cualquier actividad se alcanza en algún momento la cumbre de la perfección, el trabajo que se realice de allí en adelante será más difícil pues deberá enfrentar una crítica más rigurosa (con los mediocres se suele ser condescendiente) y cargará con el lastre de la forzosa comparación. Le pasó a García Márquez, a la selección de Brasil y ahora a Pixar.

Si Valiente fuera producida por otra empresa, o si no supiéramos que antes de ella Pixar hizo absolutas obras maestras como Toy Story, Monsters Inc. o Ratatouille, nos quedaríamos asombrados ante la belleza de su propuesta visual, que recrea los paisajes escoceses de hace siglos, con una paleta de verdes, azules y grises que quita el aliento. Pensaríamos que tanto la princesa Mérida como los personajes secundarios (el simpático rey Fergus, que vemos al comienzo perdiendo una pierna en una lucha contra un oso, los graciosísimos jefes de los clanes Dingwall, MacGuffin y Macintosh y sus respectivos hijos, con uno de los cuales la reina Elinor quiere casar a la princesa) están perfectamente diseñados para ser todos distintos y peculiares. Y hasta pasaríamos por alto el hecho de que estamos viendo, otra vez, como en tantas ocasiones gracias a Disney, la historia de una princesa que debe aprender algo para “crecer”.

Pero, por desgracia, quienes vamos al cine recordamos. Por eso no podemos sentir con Valiente esa maravillosa sensación de “esto no me lo habían contado nunca”. El concurso de arco en el que Mérida utiliza su habilidad con el arma para humillar a sus pretendientes, logrando que su flecha parta por la mitad la de otro arquero, está calcado del Robin Hood zorro de Disney de 1973. La conversión en oso de uno de los personajes principales que crea el conflicto central, es prácticamente la misma de Hermano oso, la cinta animada de 2003, incluyendo los momentos de comedia producidos por la confusiones que causa en el humano verse a sí mismo con otro cuerpo gigante y peludo. Y si en Finding Nemo se reflexionaba con profundidad sobre la relación padre-hijo, aquí tenemos una reflexión similar con la relación madre-hija. Todo esto hace que la experiencia de ver la película deje una sensación agridulce en los espectadores, que admiramos la belleza formal de la cinta pero sabemos, casi desde el comienzo, que no quedará Valiente en nuestra memoria para siempre, como sí podíamos pensar con WALL-E O Up. Estamos, por desgracia, ante una princesa imperfecta.

Pero que quede claro. Vale la pena ver Valiente. Aunque su ritmo decae en ocasiones y le sobren las canciones (sobre todo en español), tiene secuencias fantásticas, donde sufrimos por Mérida y su madre y apuntes divertidos, típicos del humor de Pixar.

Su problema somos nosotros, que esperamos algo más que una historia típica de princesas de un estudio de animación que supo, durante más de una década, ser el rey.

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