Cuando fue fundado el caserío en 1866, se llamaba La Calle porque no era más que eso, una calle en el camino de Jericó a Bolívar.
Por esa calle, entre unas pocas casas de tapia y bahareque con techos de paja, llegaría hacia 1930, en la flor de su juventud, Hortensia Garcés, una jericoana que en Pueblorrico cumplió 103 años de vida, y vio crecer a una familia de 13 hijos, 47 nietos, 47 bisnietos y siete tataranietos.
Esta mujer casi comparte con el municipio la celebración del centenario de existencia. Nació tres años antes de que el pueblo dejara de pertenecer a Jericó, y ha sido testigo de todas las transformaciones del pueblo.
En este tiempo siente que Pueblorrico no ha perdido la esencia de arrieros de los días de su fundación. Es un pueblo que, como ella, atesora en el alma los días de antaño.
Nelson Vallejo López, quien se estrena como presidente del recién creado Centro de Historia de Pueblorrico, señala que en principio, como en todos los pueblos antioqueños, el poblado que durante tres años fue corregimiento de Jericó, se formó a lomo de mula, cuando los primeros colonos situaron sus fincas en la zona y la dureza del camino obligaba a una parada para reponer energías y recomponer las cargas.
-Aquí llegaban caminos que partían de Medellín en la ruta a Jericó -dice con su voz de campesino y va mentando cada nombre y cada fecha de aquella historia.
Vallejo cuenta entonces que en 1890 llegaron cuatro arrieros, levantaron sus casas en las esquinas de la plaza y sus descendientes aceleraron el poblamiento. Las viviendas, de finales del siglo XIX y principios del XX, se conservan con sus balcones de comino como testimonio de su paso por la región.
Un pueblo rico
El historiador, natural de Pueblorrico, considera que lo que hace más agradable la estancia es la acogida que brinda su gente, además de la topografía de la región, que ofrece preciosos paisajes en los atardeceres de verano.
Desde lo alto del Gólgota, mirador natural en cuya base está sembrada la población, se contemplan las formas caprichosas de farallones y peñas entre los cuales serpentea el río Cauca, y la vida en miniatura de Ciudad Bolívar, Andes y Betania.
En 1881 se acordó que el nombre fuera Villa del Socorro como la finca del fundador, Joaquín López Gaviria, que ocupaba la zona urbana actual y las veredas La Envidia, California y La Gómez. Sólo en 1898 apareció el nombre de Pueblorrico.
El nombre parece obedecer a que los primeros colonos encontraron asentamientos de indígenas emberá chamíes, que utilizaban el oro en sus artesanías, que arrastraban los ríos San Juan y Cauca. Todavía hay quienes persiguen en la zona entierros de la época, en procura de las piezas del metal dorado.
En 1911 Pueblorrico se separó de Jericó para ser un municipio. De él se originaron después los municipios de Tarso e Hispania y el corregimiento San José, de Andes.
La flor centenaria
En el fondo de sus ojos grises, Hortensia atesora imágenes que le regaló su juventud a principios del siglo que pasó, cuando ella, una maestra de escuela, llegó a Pueblorrico prendada del amor de Jesús Arcila.
Él era un dentista, de familia prestante, que bajaba al pueblo en las mejores cabalgaduras, vestido para enamorar y se trajo un día aquella flor para que adornara su casa.
-Yo era de Jericó, porque prácticamente ya se acabó el tiempo mío-, aclara con voz queda, pero sin asomo de tristeza.
Jesús, quien fuera su gran amor y con quien alcanzó a celebrar 75 años de feliz matrimonio, murió hace no mucho, a los 99 años. Desde entonces vive acompañada por Hernán y Edilma, dos de sus 13 hijos.
Su casa tiene historia propia. El caserón se conserva intacto con 14 habitaciones alrededor de un patio central, con plantas que florecen sobre las barandas de comino del corredor. La propiedad levantada hace más de cien años por su suegro, se perdió tiempo después por el incumplimiento de personas a las que fió.
Con sus baldosas de colores adornadas de diseños que se extienden por el suelo, sus paredes blanqueadas con cal y sus puertas talladas, la que fuera la primera casa cural de Pueblorrico, detrás de la iglesia, fue colegio, y centro de salud hasta que la familia decidió recuperarla hace unos cincuenta años.
-De años a mí no me pregunten, porque de eso hace tanto que no recuerdo nada.
Cuenta, eso sí, que cuando llegó a Pueblorrico había pocas casas.
-La iglesia no era así como ahora, sino una capillita, además la plaza y una casas regadas, así poquitas-, recuerda.
El pueblo está de fiesta y ella celebra que ese pequeño caserío al que llegó un día sea hoy "un poco más grande y mejor".
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