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SOÑAR CON BIBLIOTECAS

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15 de octubre de 2014
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Me da la impresión de que la mayoría de colombianos no toma en serio las bibliotecas y los libros, muchos piensan que son caprichos menores en medio de tantas preocupaciones. No pocos dicen: "Cuando me jubile me leeré los libros que no he leído". No pocos creen que eso de ir a las bibliotecas es un plan para estudiantes que tienen que hacer consultas y tareas, o para viejitos que, como no tienen nada más que hacer, las visitan después de tomar tinto en el parque.

Curiosamente los países más desarrollados no piensan igual, para ellos la lectura, las bibliotecas son lugares imprescindibles para su desarrollo. En Finlandia, por ejemplo, hay un paraíso que se llama Kaisa, es la biblioteca central de la Universidad de Helsinki. Los cinco millones y medio de finlandeses visitan, no solo esta, que es un edificio reciente de siete pisos, sino que ven con orgullo su sistema de bibliotecas que ya está a punto de alcanzar las mil sedes.

No es por nada que, según un artículo de El País de España: "Finlandia, el país que ama los libros" (4 de octubre), los finlandeses lean un promedio de 47 libros al año. Es obvio que ellos no dicen que cuando se jubilen leerán los libros que no han leído. Para ellos los libros son parte de la vida y uno la vida no la está posponiendo. Entre más personas visitan las bibliotecas, más se invierte en ellas porque, como lo tiene claro Finlandia, las bibliotecas públicas cumplen un papel fundamental: que el fomento a la lectura no sea una cuestión financiera de la familia. Esto elimina el eterno pretexto colombiano de que no se lee porque no hay plata para los libros.

Así como me dan pesar las casas sin libros, me entristecen los morrales y los bolsos sin historias, las personas que en medio de los aguaceros solo piensan en lo tarde que llegarán cuando un librito incauto, guardado por ahí, podría ahorrarles el común lamento: ¡Qué llovedera tan brava! Involucrar los libros en la vida cotidiana es más sencillo de lo que parece, no se necesita casi nada, apenas desear ver las cosas con otros ojos, pasar por una de las bibliotecas que tenemos para que crezcan más.

En muchos países ir a la biblioteca es un plan de viernes. Los papás, después de sus trabajos, recogen a sus hijos y los llevan a la biblioteca del barrio y todos salen felices con libros, películas y videojuegos a enfrentar las horas. Cuando en Colombia estas dinámicas sean más frecuentes entenderemos que, como dice Jacques Bonnet en su libro "Bibliotecas llenas de fantasmas", la libertad está siempre al alcance de la mano, se trata de leer, de leer más y más para poder seguir albergando la esperanza de escapar al propio destino. Un libro, las bibliotecas, son tablas de salvación que muchos no han querido darles el valor que se merecen.

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