En Santa Fe de Antioquia, como en muchos pueblos, había policía escolar. Eugenio Martínez era un hombre bueno que como sacristán y corista de la parroquia de Santa Bárbara, ganaba muy poco y los concejales lo nombraron "Policía Escolar", con un pequeño emolumento estatal. Era tan pequeño el sueldito de "Caquica", como lo llamábamos amigablemente, que todos los alcaldes lo dejaban en su puesto.
En unas elecciones llegaron al cabildo Juan Gómez y Alberto Velásquez como concejales de la ciudad. Cuando los nuevos concejales vieron el sueldo miserable que se ganaba Eugenio, propusieron un aumento para el policía escolar. Eugenio se asustó y fue donde los nuevos concejales y les dijo:
-Si me quieren hacer un favor, no me aumenten el sueldo que me intrigan el puesto.
En ese tiempo no importaba que el "policía escolar" ganara poco, pero todo el mundo lo quería, aunque no tuviera uniforme. Hoy en día estamos viendo escenas increíbles por la televisión en la que nos muestran irrespetos por la institución que nos defiende y que le "pone el pecho a las balas y la espalda al sol y al agua", para protegernos a los ciudadanos y sus pertenencias.
Con un Código de Policía caduco que no se modifica desde los años setenta, ahora el agente de policía no tiene herramientas judiciales para proceder con energía ante los desmanes de revoltosos. Vemos por televisión cómo una mujer ebria acomete contra un agente con puños y patadas porque el policía defiende el derecho al sueño de otros ciudadanos en un edificio de Bogotá.
Los estudiantes encubiertos en capuchas, los atacan con "papas bomba", "cocteles molotov" y piedras, hiriendo a los agentes muchas veces de gravedad y hasta causándoles la muerte. Los terroristas, disfrazados de campesinos y estudiantes encapuchados, los atacan, hieren y asesinan en campos y ciudades.
Los policías le temen a la ley que defienden, porque la justicia es más dura con ellos que con los delincuentes. Los fiscales se burlan del artículo 429 del Código Penal que trata sobre la agresión al servidor público. El policía es valiente y no le teme al tumulto pero sí a la cárcel y a los fiscales.
Los altos mandos de la institución son muy severos con los agentes, por temor a la prensa que condena a "priori" al uniformado, cuando es mucho más grave ver a un policía herido y golpeado por un borracho o un estudiante cobarde protegido por un antifaz.
Hay más de cinco mil policías sirviendo de escoltas a personajes, muchos de ellos políticos de izquierda, cuando pudieran estar prestando servicio ante la creciente inseguridad.
Nadie se preocupa por mis amigos policías, necesitamos leyes fuertes que les den herramientas a los agentes para que se hagan respetar. Un cuerpo de abogados especializados, pagado por el Estado, que los defienda en los estrados judiciales. Desde la administración Gaviria, año 92, no se aumentan los salarios de la Policía Nacional. Al Defensor del Pueblo se le olvida que los agentes también son pueblo. ¿Cuándo los ha defendido?
ÑAPA. La biblioteca del barrio Santo Domingo está a punto de derrumbarse por descuido, según denunciaron el concejal de Medellín Miguel Andrés Quintero y Juan Paz. ¿Será que la vitrina de Fajardo ante los reyes de España ya cumplió su cometido con la foto famosa? ¿Dónde está la alianza AMA? La reparación, según los expertos, vale cinco mil millones.
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