Cuando la envidia de otros te quiera hacer daño, actúa con amor y no abandones tus sueños. Todos los seres valiosos se enfrentaron a esa plaga pero no se engancharon allí y siguieron adelante. Sé humilde y, sin pavonearte, aprende algo y recuerda que sólo envidian al que hace algo valioso. Eso le sucedió a Miguel Ángel cuando el Papa Julio II le encargó la construcción de su futuro sepulcro y el artista aceptó el reto. Diseñó un majestuoso monumento con cuarenta estatuas de mármol y un sarcófago de bronce.
Pero los envidiosos convencieron al Papa de que le encargara pintar el techo de la Capilla Sextina. Creían que no podría porque brillaba como escultor, no como pintor. Y el genio les calló la boca.
Nos dejó una obra única y, quién lo creyera, cambió la envidia de pocos en la admiración de millones. No le hagas caso a la envidia. Siempre puedes superar el desánimo, salir de la impotencia y enfrentar lo que ves como desastroso.
Ninguna derrota es duradera si vuelves a creer y afianzas tu esperanza cuando todo se conjura contra ti.
La confianza y la paciencia despejan el horizonte; ellas te dan coraje para dominar las dudas y el desaliento.
Recuerda a los secuestrados o prisioneros que, en su infortunio, pensaron en suicidarse y hoy están al lado de los que aman. Imagina a los enfermos que hoy caminan y disfrutan, aunque hace años les pronosticaron una muerte próxima.
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