En un artículo recientemente publicado en EL COLOMBIANO, el presidente del Inter-American Dialogue, profesor Michael Shifter, comentaba sobre la expropiación de la petrolera argentina YPF, enlazando una serie de afirmaciones erróneas que lo llevan, necesariamente, a una conclusión desacertada sobre la situación y las perspectivas del país.
Su apreciación política de que la nacionalización del paquete accionario mayoritario fue motorizada apenas por un supuesto intento de ganar popularidad, a la vez que para obtener financiamiento rápido para el fisco, desconoce dos realidades básicas de este paso histórico hacia la recuperación de la soberanía hidrocarburífera.
El cambio se hizo a través de una ley debatida y aprobada en el Congreso por la mayoría más amplia de fuerzas políticas que haya logrado un proyecto enviado por el Ejecutivo.
La ley crea una empresa que integra el capital público y privado, nacional e internacional, en alianzas estratégicas dirigidas a la exploración y explotación de hidrocarburos convencionales y no convencionales.
Además, el último detonante de la medida fue la aguda falta de inversiones de la española Repsol, el socio privado que controlaba YPF.
Por eso, la nueva gestión de la YPF tiene un mandato claro de la Presidenta: reinvertir todos los dividendos que obtenga, sin repartir ni un centavo.
Como expresa la ley, su objetivo prioritario es el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos y la explotación, industrialización, transporte y comercialización de hidrocarburos, "a fin de garantizar el desarrollo económico con equidad social, la creación de empleo, el incremento de la competitividad de los diversos sectores económicos y el crecimiento equitativo y sustentable de las provincias y regiones".
En su análisis, Shifter incurre en otro error de apreciación, al sostener que la salud de la economía argentina depende casi exclusivamente de su capacidad exportadora de soja.
En el proceso de reactivación económica iniciado en 2003, la soja ha supuesto poco más de la décima parte del crecimiento del PIB.
En cambio, durante los últimos nueve años Argentina experimentó sustantivos cambios en el patrón de crecimiento.
Su PIB aumentó a una tasa de 7,7% promedio (contra 2,3% de 1991-2002) y su producción industrial acompañó con otro 7,7% (contra -0,6% de 1994-2002).
Esa transformación cualitativa se nota en las exportaciones: las manufacturas representaron el 32% de las ventas al exterior, a diferencia del resto de la región, que reprimarizó sus economías.
En conclusión, lejos de estar estancada, Argentina continúa creciendo y la nueva YPF será una herramienta fundamental para que desde ahora también la matriz energética nacional acompañe adecuadamente este proceso n
* Embajador de Argentina en los Estados Unidos de América.
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